Cuentan que en tiempos remotos existió en la actual meseta del Tíber, en la China Oriental, un enorme mar glaciar que ocupaba aquella inmensa aridez que hoy llamamos Desierto de Tarim. Los antiguos se referían a ella con el nombre de Tethis -en honor a su máxima divinidad- y fue cuna de una de las civilizaciones más extrañas y desconocidas del mundo. Según cuentan las viejas historias, la Diosa Tethis creó allí una nueva clase de hombres. Cansada de las imperfecciones que demostraban todas las creaciones concebidas hasta entonces, Tethis diseñó en su divino poder una estirpe absolutamente novedosa. Los hombres engendrados no sólo no nacían con el pecado original, sino que además purgaban de un modo inconsciente sus faltas. Es que la Diosa, en su infinita bondad, les otorgó el don del sueño. Dicha gracia consistía en que los hombres vivían en vigilia gran parte del día y, al llegar la noche, se entregaban al sueño reparador. Allí mismo se producía el prodigio puesto que durante el sueño el tiempo retrocedía en sus conciencias borrando todo vestigio criminal. Así, al llegar el nuevo día, todos se encontraban purificados de los errores cometidos el día anterior, y a la vez rejuvenecidos. El tiempo, por disposición de la divinidad, sólo se modificaba respecto de la conciencia de los hombres, con lo cual la vida fluía sin alteración y la conciencia de los habitantes de Tethis renacía con cada nuevo sol en el horizonte. El tiempo continuaba para el mundo, pero los hombres permanecían constantemente virginales. Este continuo olvido, esta eterna ensoñación, vino a privar a aquellos seres de la idea de la muerte. Su conciencia, rejuvenecida cada día, carecía del sentido de mortalidad propio de la raza humana.
Sin embargo, esta progenie divina desapareció de la faz de la tierra. hoy no hay más que viento y arena donde hubo gritos y llantos inmortales.
Muchas hipótesis se han planteado al respecto de este singular acontecimiento, y aquí es donde las distintas versiones de las historias se alternan. Los más escépticos negaron de plano su existencia, argumentando que ningún hombre está libre de pecado puesto que su destino es vivir con otros hombres en sociedad y que esto conlleva necesariamente la marca del pecado y la culpa.
Otros pensaron en algún cataclismo natural que los pudiera borrar del mapa, pero no han podido encontrar pruebas físicas que corroboren sus teorías.
Los más supersticiosos, y los poetas, creyeron encontrar la respuesta a tan singular enigma. Sostuvieron que aquellos hombres inmortales sin pecado alguno y sin temor de la muerte, simplemente se dejaron arrastrar por el sueño de una noche estrellada. Según afirman, su noche no ha terminado todavía y su sueño es el sueño de Tethis.
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