Quizás no dijimos todas las palabras
-hay tantas que yo no usé-
porque nos invadió el silencio,
esa forma extraña y fría de la distancia,
ese continuo alejarse y retroceder,
esa amarga confusión de los sentidos.
A veces me detengo un minuto
y es como si la vida y el tiempo
se detuvieran conmigo;
luego miro de reojo a mi alrededor
y todo se agiganta, se expande,
se pierde.
Nada hay ya de lo que fue, solo sombras,
puedo verlas escondidas, agazapadas,
esperando.
Hay días en que caigo todo el tiempo,
en los que no encuentro fin,
ni llegada, ni rumbo.
Tal vez debí hablar más,
decir sin más las cosas,
y negar este silencio que
me espanta.
No lo sé.
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