El cuarto era
pequeño, oscuro y sombrío. Casi no podía percibía nada desde donde estaba, solo
una leve claridad amarillenta que se mezclaba con la penumbra en lo alto de la
habitación. Cuando quiso moverse sintió un dolor agudo en las costillas, una puntada
y una momentánea ausencia de aire lo paralizó unos segundos. No sabía cómo
había llegado allí, ni cuándo ni por qué. No recordaba nada desde el martes
cuando había salido del cine y se dirigía a casa, feliz y extasiado. Luego
nada. La sombra del cuarto y el silencio atroz de la noche.
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