El ocaso
trae un eco mortecino y feroz
muerde
desgarra
doblega
las horas naufragan en su templo de acero
heridas peregrinas que se llaman sin voz
confusión
anhelo gris
martilla sombras la memoria
en el velo tenue y fugaz
que muere sin ser sueño o noche
senderos de la mente
refugio del dolor
insomnio
allá lejos
desierto sin arena ni fe
el clamor del recuerdo
golpea impiadoso
las puertas del llanto.
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