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HERNAN D'AMBROSIO

Borges y el espiritismo

A la realidad le gustan las simetrías y los leves anacronismos.
Jorge Luis Borges

Antes de la borgesmanía, la editorial Meta ta physika tenía un acotado catálogo de leyendas y cuentos tradicionales mapuches, orientales y celtas, y libros cuya temática iba del mindfulness a la autoayuda, pasando por los viajes astrales, las posiciones del reiki y las aventuras del conde de Saint Germain. 
El staff estaba compuesto por Eugenia y Daniel, dos Licenciados en Edición que estudiaron juntos e inauguraron su título con este proyecto. En sus comienzos, Meta ta physika solo era un pequeño local metido en una galería de la calle Florida. 
El día que Leonor Acevedo fue a la editorial estaba Eugenia en el local. Leonor Acevedo era una señora de cincuenta años que vestía una pollera azul larga hasta debajo de las rodillas y un saco de lana gris con botones azules, seguramente tejido por ella misma. 
Eugenia la invitó a tomar asiento, le ofreció un vaso con agua o un café y le pidió que le contara cuál era el motivo de su visita. La señora aceptó un café. Mientras Eugenia lo preparaba, a manera de introducción, Leonor Acevedo le contó que, desde que su tía se había retirado, ella había ocupado su lugar como tarotista y que ocasionalmente organizaba sesiones de espiritismo en su casa. 
Debido a la temática de la editorial, Eugenia estaba acostumbrada a trabajar con cuestiones esotéricas; sin embargo, todo lo que había visto y oído no sirvió para nada. Definitivamente, hubo un antes y un después en su relación con la realidad desde que escuchó la contundente frase de Leonor Acevedo:
—Borges se comunica conmigo a través de un tablero de Ouija y me dicta cosas —dijo la señora.
Ok, total normalidad, se dijo Eugenia. Reflexionó que, casualmente, la mujer tenía el mismo nombre que la madre de Jorge Luis Borges. Eso le pareció un argumento a favor de su historia, dada la afición de Borges a las simetrías… del Borges vivo, por lo menos. 
Leonor Acevedo sacó un manuscrito de su cartera y se lo entregó a Eugenia. Era una decena de páginas de cuaderno cuadriculado arrancadas con prolijidad. La caligrafía era prolija, aunque se notaba cierta indeterminación en el trazo. Eugenia imaginó la Ouija deletreando cada palabra, un relato pausado hasta casi la quietud, como si cada letra tuviera que nacer y fuera una pieza fundamental del significado de la palabra, de su sentido. 
La OBRA visible que ha dejado este novelista es de fácil y breve enumeración. Son, por lo tanto, imperdonables las omisiones y adiciones perpetradas por madame Henri Bachelier en un catálogo falaz que cierto diario cuya tendencia protestante no es un secreto ha tenido la desconsideración de inferir a sus deplorables lectores —si bien estos son pocos y calvinistas, cuando no masones y circuncisos. Los amigos auténticos de Menard han visto con alarma ese catálogo y aun con cierta tristeza. Diríase que ayer nos reunimos ante el mármol final y entre los cipreses infaustos y ya el Error trata de empañar su Memoria... Decididamente, una breve rectificación es inevitable.
Eugenia pasó al final, leyó por el medio y volvió al principio mientras Leonor Acevedo afirmaba con una sonrisa lo que pretendía que ella descubriera por sus propios medios: era una versión exacta de “Pierre Menard, autor del Quijote”.
En ese momento, Daniel entró a la editorial. Eugenia lo puso al tanto con prisa. Daniel miró a Leonor Acevedo con desconfianza.
—¿Le dictó algo más que la versión de Pierre Menard que ya conocíamos? —le preguntó.
Leonor Acevedo sacó un papel donde tenía anotadas todas las obras que le había dictado Borges. Los cuadernos de Leonor Acevedo constaban de las siguientes piezas:
a) El soneto "El espejo", dictado dos veces.
b) Una transcripción de la conferencia “¿Qué es la poesía?”.
c) El poema "Descartes".
d) El cuento "El Aleph".
e) El poema "Ajedrez".
f) El poema "De la diversa Andalucía".
g) El cuento "Los dos reyes y los dos laberintos".
h) El cuento "El milagro secreto".
i) Una página necrológica dedicada a Paul Groussac.
j) El cuento "El otro".
k) Un ensayo sobre Quevedo.
l) El cuento "El zahir".
m) El cuento "La muerte y la brújula".
n) Una transcripción de la conferencia "El escritor argentino y la tradición".
o) Un ensayo sobre Paul Valery.
p) El cuento “El Sur”.
q) Una carta escrita a Victoria Ocampo en 1938.
r) Tres páginas de un cuento inconcluso escrito en conjunto con Adolfo Bioy Casares y Silvina Ocampo, cuyos fantasmas no habrían aparecido durante la sesión. 
s) Su traducción de la última parte del Ulysses, de James Joyce.
Daniel y Eugenia leyeron la lista con diferentes opiniones. Lo que para ella era una manifestación más de la genialidad de Borges, para él era la estafa de una señora mentirosa. Más por el entusiasmo de Eugenia que por convicción propia, Daniel cedió y dejó que su amiga y socia se ocupara de cerrar un trato con Leonor Acevedo. El optimismo de la voluntad nuevamente se impuso al pesimismo de la razón, en otro round de la contienda, llevada esta vez al terreno de la metafísica.
Cuando publicaron “Pierre Menard” en el blog de la editorial, el post se viralizó enseguida y generó una gran repercusión. A partir de un cuento dictado por un espíritu, durante semanas se habló de la vida y la escritura después de la muerte. También se reabrió el catálogo de escritores asociados a prácticas espiritistas, cuyas mejores páginas fueron escritas durante el siglo XIX y la primera mitad del siglo XX:
—Entre 1853 y 1855, mientras estuvo exiliado por motivos políticos en la brumosa isla británica de Jersey, Victor Hugo se comunicó con los espíritus de Platón, Dante, Molière, Racine, Shakespeare, Lord Byron, Galileo, Mahoma y Jesús. Todos se expresaban con el mismo estilo de Victor Hugo, tanto en prosa como en verso, lo cual indicaría que los muertos siguen leyendo y se mantienen al día con la literatura. Victor Hugo escribió sobre estos encuentros en el libro Lo que dicen las mesas parlantes. Conversaciones con los espíritus de la isla de Jersey, que fue publicado luego de su muerte, en 1923.  
—En 1872, el espíritu de Charles Dickens, muerto tres años antes, se contactó con el mecánico Thomas P. James para dictarle el final de su novela inconclusa El misterio de Edwin Drood.
—Entre 1913 y 1922, el espíritu de Patience Worth, una puritana inglesa del siglo XVII, le dictó a Pearl Curran, un ama de casa de St. Louis, cinco mil poemas, una obra de teatro y varias novelas, estas últimas estaban ambientadas en la época de Jesús y se publicaron con gran éxito de crítica. Patience Worth se comunicaba con Pearl Curran por medio de la escritura automática. 
—En 1917, siete años después de la muerte de Mark Twain, apareció la novela Jap Herron: una novela escrita desde el tablero Ouija, dictada por Twain a las espiritistas Emily Grant Hutchings y Lola V. Hays.
—En 1949, el espíritu de Amado Nervo le dictó a la médium Rebeca Meléndez el testimonio Más allá de la muerte.
Sin embargo, aun considerando estas diversas manifestaciones espirituales, que un espíritu dictara exactamente los textos que escribió en vida era sin dudas un hecho novedoso, tal vez la mayor muestra de amor propio que se fuera a registrar alguna vez.
Leonor Acevedo apareció en todos los canales de televisión. Siempre aseguraba que su propósito era meramente asombroso. 
Como había muchos que dudaban de la existencia del espíritu de Borges y acusaban a Leonor Acevedo de chanta o de loca, ella permitió que un móvil de Crónica TV entrara a su casa y registrara lo que ocurría. No había mucho para mostrar, en realidad: Borges aparecía cerca de las diez de la noche y deletreaba palabra tras palabras hasta alrededor de las seis de la mañana, vaya uno a saber qué hacía antes o después. No se veía el fantasma ni se escuchaba la voz tan característica de Jorge Luis Borges, solo había una Ouija. En vivo y en directo, Crónica TV transmitió el método de transcripción que utilizaba Leonor Acevedo. Ponía sus manos sobre un tablero de madera donde estaban talladas todas las letras del abecedario y los números del 0 al 9. Utilizaba un puntero de forma triangular que tenía un agujero en el medio, donde se veía la letra marcada. La señora dejaba que el espíritu de Borges deletreara entre una y seis palabras, sacaba las manos del tablero y anotaba lo dictado en un cuaderno de hojas cuadriculadas.
Científicos de la Universidad de Alejandría le ofrecieron a Leonor Acevedo una máquina que permitía que el espíritu de Borges tipeara en una computadora. Aparentemente, Borges se negó a usarla, prefería deletrear cada palabra por Ouija, con la paciencia de quien tiene toda la eternidad por delante.
Se llegó a pagar una fortuna por transcribir las palabras que Borges dictaba infatigablemente. Leonor Acevedo solía organizar dos turnos de copistas por noche. La única regla era que se debía copiar tal cual lo que Borges dictaba, con letra clara. Algunos pillos intentaron horadar esa condición poniendo letras con cierta ilegibilidad o copiando de otra manera alguna frase. En cuanto descubría la trampa, Borges dejaba de deletrear y desaparecía, a veces hasta una semana o más.
Una vez, durante el dictado de “El atroz redentor Lazarus Morell”, Borges deletreó mal una palabra del capítulo “La libertad final”: en vez de “Entonces los mulatos nebulosos de Lazarus Morell”, deletreó “Entonces los mulatos neculosos de Lazarus Morell”. El que copiaba en ese momento lo puso mal a propósito. Encima, acto seguido, escribió: “Nebulosos, quise decir. Borre, por favor”. Borges estuvo un mes entero sin aparecer por la terrible rabieta que se agarró.
La cuestión de los textos espejados del espíritu de Borges, o escritos doppelgängers, como los llamaron algunos, generó acalorados debates entre los intelectuales. Hubo detractores que cuestionaron la ambigüedad de los textos y su anacronismo deliberado, y fanáticos que aplaudieron el ambigüismo de su obra y la prolífica estética literaria que surgía a partir del método de escritura deliberadamente anacrónico. En este contexto, los filósofos dilateístas quedaron divididos en dos bandos que, de tanto enfrentarse ontológicamente, terminaron desapareciendo. Aún no se sabe qué pasó con ellos. 
En general, los textos del espíritu de Borges fueron considerados más singulares que los de Jorge Luis Borges y no fueron pocos los que asociaron la nueva producción con algunas ideas de Slavoj Žižek, el desarrollo de China como nueva potencia, el surgimiento del arte criptográfico y el avance del veganismo a nivel industrial. 
Mientras algunos decían que el espíritu de Borges era un escritor cínico y paródico que pretendía que la sociedad retrocediera hacia la mentalidad del siglo XX, otros consideraron que estaba reescribiendo los pasajes más radicales de su obra, escribiéndolos otra vez, de la misma manera, pero en otro contexto. 
Si bien la obra de Jorge Luis Borges fue un pilar fundamental de la literatura del siglo XX, la del espíritu de Borges tuvo una impronta mucho mayor en el siglo XXI: fue utilizada para los más celebrados patriotismos, fue objeto de las declamaciones más rimbombantes de la soberbia gramatical y agotó grandes cantidades de obscenas ediciones de lujo. 
En relación con todo esto, Emilio Renzi tuiteó: “Jorge Luis Borges es el mejor escritor argentino del siglo XX, mientras que el espíritu de Borges es el único escritor verdaderamente moderno que produjo la literatura argentina del siglo XXI”.
Por lo demás, se ha sabido que algunos médiums están tratando de comunicarse con Cortázar y con Arlt; César Aira le puso una orden de restricción a un tipo que quiso meterle un amuleto en el bolsillo para facilitar la comunicación espiritual cuando falleciera; y recientemente se han publicado algunas cartas dictadas por el espíritu de Macedonio Fernández; aún se desconoce el destinatario, pero queda muy claro que le debe plata.

¹Hay quienes creen que Leonor Acevedo escondió una versión de “Las ruinas circulares”, pero no hay rastros de tal obra.

HERNAN D'AMBROSIO 

Nació en General Rodríguez (Argentina) en 1985. Es Profesor de Letras. Escribió las novelas Cosas que pasan (2013), Sutra de Buenos Aires (2015) e Imagen y semejanza (2018), y los libros de poesía Singing in the brain (2010) y Una cosa que empieza con P (2018). También es autor de la novela web Hyperville (2012). Coordina grupos de lectura y escritura desde el 2012. Sus cuentos circulan por la web en distintas revistas.



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