BIENVENIDOS!!!!

Gracias por visitar "Reflejos literarios"!!!! Este blog es un espacio en el que encontrarás poesías, cuentos, micro-cuentos, recomendaciones, convocatorias literarias, nuevos autores y mucho más... Y si te gusta escribir no dudes en contactarnos para tener un espacio de difusión 100% gratuito!!!

RETORNO

SÁBADO 22, 00:03 hs.

El hombre quedó solo en medio de la oscuridad que lo asechaba. En la desértica lejanía miró a un lado y a otro contemplando, con un leve escalofrío, que la noche tragaba el mundo alrededor. Pensó en la casa y en los regalos que lo esperaban. Pensó en su esposa y en en sus hijos. En Dexter corriendo por la sala y retozando en su sillón de cuero negro. Y, al fin, pensó en sí mismo: silencioso, huérfano en una carretera olvidada, lejos de todo y de todos. Sintió una opresión en el pecho, un fuerte dolor punzante que lo agobiaba. Se creyó perdido para siempre en medio de la nada. Sin saberlo acaso lloró.
De pronto, como si una ráfaga lo atravesara por entero, recordó aquello y la angustia empezó a invadirlo. El temor comenzó a apoderarse de su ser, a invadirlo completa y desesperadamente. En la lejanía de las sombras divisó unas luces ajenas, diáfanas, acercarse poco a poco. Su cuerpo se tensó a tal punto que le costaba respirar. Una terrible opresión parecía doblegar su espíritu, su alma comenzaba a descubrir la tempestuosa verdad.
A medida que el auto se acercaba, el olor se acrecentaba. Hacía horas que lo persivía sin conocer sin conocer su procedencia, pero ahora era mucho más penetarnte y familiar. No estaba seguro de haberlo sentido antes a excepción de las últimas horas. Además le resultaba trabajoso –casi imposible- compararlo con otros aromas por él conocidos. Pero, claro, en medio de aquella soledad, no podía perder tiempo en eso, debía concentrar sus esfuerzos en recordar aquello, tartar de unir en su mente alucinada los fragmentos esparcidos y desencajados para intentar dar coherencia al caos. Permaneció a unos metros de su auto averiado mientras las luces en la carretera incrementaban lentamente su tamaño e intensidad. Echó un vistazo a su alrededor. La penumbra lo envolvía todo pero aún así algo familiar, extrañamente conocido, le llamaba particularmente la atención. No podía identificarlo y mucho menos mexplicarlo, pero la sensación de cotidianeidad que reflejaba aquel paraje olvidado por Dios,  lo estremeció.
Cuando el auto estuvo lo suficientemente cerca, temeroso, comenzó a hacer tibias señas de auxilio. En realidad no estaba seguro de solicitar ayuda en tanto no había logrado descifrar aquello, pero su ser se debatía entre la racionaldad más estricta y la demencia más oscura.
Ya podía ver con nitidez los contornos del vehículo. De repente, como quién recibe una revelación divina, bajó instintivamente las manos y silenció sus pedidos bruscamente. El coche se detuvo a unos metros de él. Su ocupante permaneció unos minutos en su interior sin movimiento aparente. El hombre, temeroso, intentó descubrir algo, una señal, un gesto, una sombra que lo ayudara a completar el rompecabezas mental que no le permitía reaccionar. El extraño descendió del auto, tiró un cigarrillo al asfalto que se extinguió bajo la suela de su zapato. Al pasar ante los faros dejó entrever unas facciones conocidas: un tupido bigote, unos rasgos angulosos, un cabello desordenado. Y un arma en la diestra.
El disparo llenó la noche.
Aunque muerto, o casi, el hombre pudo reconocer aquel rostro a medias, aquellas facciones familiares, y lo comprendió todo. Su angustia, su temor, sus dudas, todo, absolutamente todo quedó claro en ese mismo instante. Abatido, dejó que su alma se deslizara lentamente hasta desaparecer y hacerse eterna.
La noche y el silencio velaron su cuerpo en soledad.

٭٭٭

VIERNES 21, 19:50hs

O la máquina funcionaba con demasiada parcimonia o él, realmente, no tenía un buen día. Todo lo rutinario se le hacía doblemente insoportable. Claro está, esto atrajo su atención. Sin dudas era una jornada poco común. Si algo se destacaba era su obsesiva y descomunal manía por las tareas laborales. Siempre fue muy cuidadoso y detallista. No le gustaba andar perdiendo el tiempo. Sin embargo, hoy se le hacía imposible desempeñar su oficio con la soltura y solvencia de siempre. Ni siquiera podía hacer qwue la computadora funcionara. Creyó que un café podría despavilar sus aletargados sentiodos. Pero el destino parecía ensañarse con él. La máquina expendedora no solo no cumplió con su función sino que, además, devoró sin ningún remordimiento sus últimas tres monedas. Por suerte ya era la hora de salida asi que tomó su saco y su maletín y salió del edificio que a esa hora comenzaba a desfigurarse y a metamorfosearse con las primeras penumbras del atardecer.
En el ascensor, absolutamnente vacío, notó ese extraño perfume que lo espantara al salir de su casa. Revisó todo el ascensor en los primeros tres pisos pero la tarres fue interrumpida por un viajero inoportuno en el noveno. Se admiró de que su compañero de viaje no mostrara incomodidad por el olor. Cabían dos posibilidades: o bien el caballero hacía gala de su condición sin suscitar alarma por el aromático incidente; o bien –y esto empezaba a preocuparlo poco a poco- aquel inocente desconocido no llegaba a oler absolutamente nada.
Ya en la calle el aire fresco de la tarde renovó sus perspectivas. Comenzó a caminar en dirección al taller donde su mujer había dejado el auto, a unas cuadras de la oficina. El no conocía el lugar pero había anotado claramente la dirección y el nombre del mecánico: debía preguntar por Enrique. Por suerte el arreglo ya estaba pago, pensó, porque había olvidado la billetera en el otro maletín al salir temprano. En realidad, no lo había encontrado pero recordaba claramente haberlo dejado sobre la mesada junto con sus llaves y el teléfono. Sin embargo, al partir solo encontró las llaves. “Estos chicos inquietos”, dijo en voz baja con una sonrisa en los labios.
-Enrique no está en este momento, señor. Salió hace una hora, más o menos, a ver un trabajito. Va a demorar de seguro, pero me dijo que usted vendría a buscar el auto. No se preocupe que está todo listo, un poco de tierra en el carburador, eso es todo. Aunque hubo que hacer una revisión completa por las dudas.
“Revisar un auto casi  0Km por las dudas… y por la plata”, pensó el hombre enseguida. Pero estaba en planes de no discutir nada. solo quería tomar el auto y volver a casa. Después de todo su cumpleaños empezaba en unas pocas horas.

٭٭٭

VIERNES 21, 12:35hs

 Aquello lo tenía inquieto, molesto, preocupado. A tal punto que no probó el almuerzo que su mujer le había dejado preparado junto a las llaves de la oficina sobre la mesada. Tenía un nudo en el estómago, una sensación desesperante y, a la vez, deseaba con todas sus fuerzas desentrañar aquella confusión que lo había despertado temeroso en la mañana. Deseaba llegar cuanto antes a casa para comentárselo a su esposa y que ella, que tenía experiencia en la interpretación de esos asuntos, pudiera tranquilizarlo. El resto del descanso lo utilizó en estos pensamientos y en buscar calma. Se daba ánimos recordando que era viernes y se terminaba la semana de una buena vez. Pensó en su cumpleaños y los regalos.
A eso de las 13:30 el teléfono le trajo la voz de su mujer y le reconfortó el alma escuchar sus palabras: “Tanquilo amor, ya falta poco, ya vas a venir y te vamos a mimar… sí, no te preocupes yo me fijo a ver qué pasa… debe ser Dexter que trajo algún animal muerto y lo ocultó en alguna parte… llamaba para avisarte que dejé eñl auto en un taller cerca de la oficina… no sé que le pasó, de pronto se quedó y no pude hacerlo funcionar de nuevo… anotá la dirección… sí… Artigas 435… se llama Enrique… no… no, ya está pago… lo dejé para que vengas rápido y me fui en taxi… te amo… sí… no te preocupes… esta anoche nos vemos… sí, sí… me fijo, no te preocupes…. Chau…”
Fue un bálsamo para él escuchar aquellas palabras que un día común le hubieran parecido vanas o lo hubieran irritado. Pero en un día como el que tenía, oír una voz familiar lo era todo. Tomó fuerzas para soportar el resto de la jornada. Pero no dejó de torturarlo aquel pensamiento que a cada instante volvía a su mente, que a cada segundo amenazaba con destruir el tenue equilibrio de su senzatez.

 ٭٭٭

VIERNES 21, 06:30hs

En el pequeño corredor que divide la sala principal de las habitaciones había un olor extraño. No supo definirlo claramente. Era unos de esos aromas que por la mezcla de fragancias no termina de parecerse a nada. le llamó la atención aquel vaho ediondo pero no reparó demasiado en él, seguro de que Dexter había redecorado el lugar con uno de sus estomacales desatinos. Entró al baño para arreglarse antes de emprender el viaje hacia la oficina, que despúes de mucho tiempo debía hacer en micro y subte ya que su mujer ocuparía el auto por la mañana. Para su sorpresa, el toalet edía curiosamente igual quie el pasillo. Este nuevo cdescubrimiento lo inquietó bastante. Acaso la casa estaba infectada con algún tipo de hongo propio de la humedad o algo parecido. Recordó los trabajos exhaustivos del mes anterior en las paredes, la pintura nueva, y se alarmó al pensar que eso era origen y causa principal de aquel aroma. Preocupado dejó atrás estas cavilaciones y se preparó a partir. Tomó las llaves que había sobre la mesada y descubrió, con enorme alegría, una pequeña bolsa con el almuerzo. Pensó en su esposa dormida y partió.
En el subte se cruzó con un hombre extraño. No porque el tipo fuera particularmente raro, sino más bien porque le parecía conocido, como si lo hubiera visto pero no podía recordar cuando. Le recordaba esos sueños intensos que al despertar se van desvaneciendo hasta hacerse imposibles de describir,  aunque la sensación vivida es arrolladora. Lo miró unos minutos sin que el hombre se percatar de la observación. De improvisto, sus miradas se cruzaron y el rumor de cierta cercanía erizó su piel y lo desencajó rotundamente. Perduró en la ignorancia de la identidad pero más aún perduró en eél la estrecha confianza de quien cree reconocer a alguien aún sin saber de él. Cuando resolvió acercarse para hablar con el hombre y despejar sus dudas, el subte abría sus puertas en la estación Artigas y el desconocido desaparecía entre la multitud dse rostros de aquella marejada humana.

٭٭٭

VIERNES 21, 04:20hs.

Se despertó sobresaltado y jadeante. Su corazón se agitaba enloquecido en su pecho. Aún en la oscuridad absoluta del cuarto pudo distinguir ese rostro anguloso, de bigote tupido y boca pequeña. De entre los sueños parecía escapar la visión de ese rostro, de ese hombre sin ojos que parecía resuelto a atormentarlo con sus ciegas y estériles miradas. Durante unos segundos la imagen pareció fija, inmutable frente a él, en la penumbra. Luego se desvaneció como la bruma y perduró en él el recuerdo de lo que había  visto claramenteante sus ojos. Se levantó sin hacer ruido y fue hasta el baño. Esa pesadilla horrible lo había alteradoy necesitaba almarse. En el botiquín, el frasco de somníferos estaba vacío, lo que le llamó poderosamente la atención pues su esposa no acostumbraba ingerir esos medicamentos. Salió del cuarto y recorrió a tientas el pasillo hasta la habitación de los niños que dormían tiernamente iluminados por la tibia luz de un velador. En la antesala se encontró con Dexter tendido a más no poder sobre la alfombra sin enterarse siquiera de lo que sucedía a su alrededor. Intentó recordar su pesadilla, quiso reconstruir aquel espantoso sueño. Pero solo acudía a su mente la imagen de aquel rostro sin nombre, de aquellos labios cerrados e una boca diminuta de esos ojos vacíos. De pronto una ráfaga de imágenes acudieron  atropellándose en su cabeza. Un hombre, una noche fría, un disparo, el silencio de una carretera, el automóvil, cerca pero lejos, inutilizado, gimiendo humo. Se vio a sí mismo, besando el asfalto y un auto perdiénsose en la oscuridad de la noche. Su cadáver tendido en medio de la nada, lejos de su esposa, de los niños, de los regalos, de Dexter retozando sobre el sillón de cuero marrón.

٭٭٭

SÁBADO 22, 03:45hs.

En el silencio de la madrugada el sonido del teléfono invade la casa. Retumba entre ecos diáfanos por el pasillo, la cocina, hasta perderse en la habitación. Ella lo escucha, entre sueños, pero lo deja sonar, lo abandona. No necesita levantar el tubo para escuchar al oficial diciéndole, o mejor, buscando la forma de decirle, lo que ella ya sabe. “Un auto señora, gris, patente CPD 139… la carretera solitaria… el motor averiado… es su marido… señora… lo siento…. No sufrió nada…. lo siento… señora…” Palabras, nada. sabía de memoria lo que le iban a decir y claro está, lo que ella debía decir. Pero dejó que sonara. Sería más creíble atender en el segundo llamado, con voz ronca y entrecortada.
-¿No atendés?¿Qué pasa te arrepentiste?
La voz surgió de la oscuridad entre el humo de un cigarrillo. Los rasgos angulosos, el tupido bigote y la boca pequeña de Enrique aparecieron entre los silencios de la noche y esbozaron una macabra sonrisa de victoria aplacada prontamente opr un beso furtivo.
En la sala, mientras tanto, el teléfono comenzaba a sonar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario