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CÉSAR SUÁREZ

 II


                                                  “ella se desnuda en el paraíso 

                                                              de su memoria 

                                                 ella desconoce el feroz destino 

                                                                       de sus visiones”

Alejandra Pizarnik

                                                                                                                                                      

Ella, camina en el bosque azul /

                           atraviesa un destiempo 

abre sus brazos a la espesura del deseo.

Ella, acude sobre el dolor del viento

para renacer de sus heridas.


          ¿Destinación corpórea del instante

  o visiones del íntimo universo? 


Alejandra 

apenas envuelta por una desolada niebla

escapa del tumulto / observa su soledad

intuye la reverberación floral, 

                    en casi todas las primaveras

los fragores / su desnuda alma / la espesura del adiós 

         (apenas resguardarse en el poema) 

 un aleteo /  último hálito    

 y desde allí 

                               visionar la muerte.


De la antología “Alejanias” - Ediciones El Mono Armando (Buenos Aires)

***



VII                   

                                                                                                        “Escribes poemas 

                                                                      porque necesitas 

                                                                                     un lugar 

                  en donde sea lo que no es”

Alejandra Pizarnik

                  


un lugar desde la soberana convicción 

                   del vivir

para atravesar la soledad 

habitar el carente abrazo 

que sea territorio del verso. 


Una búsqueda dentro del fuego 

que guíe a esta oscuridad 

                  -solo eso pido-

llegar hacia una pequeña          luz

para al fin sublevar cada mártir palabra / 

estrangular al silencio  

que sea musgo sobre el rocío del llanto

así ocultarme  - lejos -    de todas las muertes  

para dejar de ser          alguna vez 

                                       lo innombrable. 


De la antología “Alejanias” - Ediciones El Mono Armando (Buenos Aires)

***



XX



Cronos nos convoca  

a hallar el punto de partida 

en la mirada de todos

los bordes / márgenes, 

desde la postergación infinita 

donde nacen las líneas

       oblicuas / paralelas / adyacentes 

de lo nacido o por nacer. 

Aún después el comienzo 

transformarse en muerte  

o postergación de todas las miradas 

de cada hombre / instante  

que habita el mundo.  

       Fuego / cenizas / oquedad. 


Del libro “En la huella azul del viento” – Ed.  Municipal Chivilcoy – Ed. Sophie – Taller Flotante

***



  (…) Fui feliz, el momento más feliz de mi vida. 

Diana Bellessi 



En la memoria inconclusa del tiempo

se yergue esa frágil sombra de la higuera

al rehén infinito de la palabra           instante 


Hay que detener / urge detener

                                    lo fugaz del apuro

                                    lo ya sin aliento.


Cuando era testigo, bajo la glicina de la infancia  

no lo sabía / ni aún lo intuía

ahí, no existió esa atónita ligereza           del reloj 

en lo efímero de la urgencia, ya no cuentan esos juegos 

el tiempo es un suspiro, se exhala en la tibia certeza  

apenas lo ausente

                                            

 de las no sombras 

        las no horas de la vida. 

***

                                                                                       “para no ser niños algo había que matar 

                                                                                        antes de tiempo lo que vendría”

Dolores Etchecopard 



Esa luna  se recuesta en el camino de las deshoras

escapa de la soledad del viento /

  un niño habita los olvidados recuerdos

                 los guarece en un atrapasueños.

Resuenan las historias en la cima profunda del silencio, 

para revelar la ilusión primaria de ordenar 

                 las pequeñas melodías del poema.

Entonces apenas el viento 

hilvana  esa polifonía de los pájaros 

                (al fragor de los días) 

ahí donde se ahonda  todo lo perdido

en el anhelo para recuperar el instante /

en la sombra inquieta que cava desde la memoria 

           del hechizo / de lo lejano

 donde  la ferocidad,  en la hora de ese niño

 escampaba sobre la inmensidad del bosque.

 

Había  que matar a un niño /     

                a ese niño 

yo lo maté 

            en el rescoldo  de la luna, lo maté

donde yace 

            mi memoria olvidada.

***



CÉSAR H. SUÁREZ


Nació en la ciudad de Chivilcoy, Gestor cultural, poeta, coordina las actividades de
DelOeste Art. entidad para difundir las diversas expresiones artísticas (a nivel local, regional y nacional) fundada en 2015. Desde el año 1999 participa de varios ciclos literarios, encuentros de lecturas, festivales de poesía. Creador de la Biblioteca Itinerante Escritores de Chivilcoy (2014). Desde el año 2018 coordina actividades para la Feria del Libro de la ciudad de Chivilcoy, a través de las instituciones DelOeste Art. y de la Sociedad de Escritores de la provincia de Buenos Aires filial Chivilcoy, de esta última entidad fue presidente entre los años 2020/2022. Coordinó actividades por el aniversario de la Biblioteca Popular Antonio Novaro 2022 en la misma ciudad, como así también es colaborador de otros espacios culturales. Creador del ciclo literario Atenea (2022). Ha editado su libro “En la huella azul del viento” (2021) y participa en antologías locales, nacionales e internacionales.


JULIA BÁRBARA RIAL


 Maximiliano y la muertita del placard


La primera vez le dijo que iba a pescar con su hermano y la muertita le creyó. Maximiliano la encerró en el placard y pasó esa noche tiritando de frío, haciendo nudos acrobáticos en el banco de una plaza y abrazado a la caliente piel de una mujer que desesperaba por probar. Al sábado siguiente, le dijo que era el cumpleaños de un amigo y a la muertita se le incendiaron los ojos, pero cayó. Maximiliano volvió a encerrarla en el placard y pasó esa noche probando, efectivamente, el cuerpo de esa mujer, mientras el mundo se caía a pedazos. Literal. 

El día que Lucy y Maximiliano dieron su primera vuelta entre sábanas y humedades, la corriente eléctrica que despedían sus cuerpos hizo que el equilibrio de la energía cósmica se desestabilizara. 

Esa noche trataron de entrar a robar a la casa de Lucy y ella creyó que lo más sensato era quedarse, pero igual salió. Maximiliano la esperaba y era lo único que le importaba. Esa noche también, suspendieron los colectivos hacia la capital y el tren se canceló. Hacía un calor de los mil demonios. Sin colectivos, sin trenes, sorteando las dificultades del tiempo y el espacio, Maximiliano cambió el punto de encuentro para alcanzarla. Dieron un salto y se encontraron, aunque todo a su alrededor les decía que era mejor no verse. Caminaron repartiendo besos y sudor por las calles, cenaron enroscados en el sillón de un restaurante que los echó. Tomaron helado en un local que estaba por cerrar y entonces, decidieron ir a un hotel. 

“Qué piel que tengo con vos”, dijo él y no sabía por dónde empezar, desbaratados sus brazos y piernas entre los huecos tibios y resbaladizos del cuerpo de ella. “Proceda, por favor”, le pidió Lucy y Maximiliano hincó en la hondonada de ese misterio. Un trueno se oyó y, por un momento, pareció de día. El suelo tembló y los árboles cayeron, arrastrando a su paso, los cables de luz y de Internet. El mundo se detuvo la noche en que ellos probaron su sabor por vez primera. 

A la mañana siguiente, cuando retornaron a sus respectivos hogares sorteando los escombros que el temporal había dejado desparramados por todos lados, Lucy encontró que un árbol había caído en su casa, destruyéndola casi por completo y Maximiliano descubrió que la muertita había aprendido a salir sola del placard. Muy amablemente lo esperaba con el desayuno servido en la mesa y su sonrisa de huesos helados le congeló el corazón. 

A la siguiente vez, Maximiliano le dijo a la muertita del placard que tenía un cumpleaños, luego que tenía que trabajar y después ya no se molestó en poner excusas, tenía que salir y punto; ¡estaba muerta, por dios!, ya no podía interponerse en su vida y, además, había aprendido a entrar y salir sola del placard, sin su ayuda. 

Una noche la muertita quiso sentarse a cenar con Maximiliano. Aunque su condición de “no viva” hacía que no pudiera probar bocado, le dio charla toda la cena y lo siguió hasta el sillón con su murmullo de huesos cancinos que entumecían su existencia. 

Al terminar cada semana, invariablemente, Lucy encontraba una invitación, un chiste o un emoticón en su casilla de mensajes a modo de preludio acústico para una nueva melodía pronta a crearse entre las cuerdas que Maximiliano le ofrecía. Era un momento mágico en su día. El anticipo de los chispazos, que no por fugaces, dejaban de ser eternos y la cargaban de energía para el resto de la semana. 

Pero ocurrió que un sábado no hubo ningún mensaje. Tomó ella entonces la iniciativa preguntando si se verían hoy. “Nulo”, respondió él. ¿”Nulo”?, se sorprendió ella. ¿Acaso eso valía como respuesta? ¿Le habrían cambiado el Maximiliano?, pensó, mientras la muertita sonreía con sus dientes enclenques de almas carcomidas. “Tengo que trabajar”, explicó él, mientras le pasaba el control remoto a la muertita. Lucy dijo que entendía, aunque en realidad, no lo hacía y una aguda punzada se le clavaba en el lado izquierdo del pecho. Después de esa vez, se sucedieron episodios de encuentros intermitentes. Lucy adolecía la semana esperando que el sábado la sorprendiera un mensaje de Maximiliano y, al ver que ya no ocurría, era ella la que escribía. Le aterrorizaba la posibilidad de encontrar un no como respuesta y la seguridad que él le había inspirado el día que se conocieron , se desmoronó. Cuando Maximiliano decía que sí, un sátiro bailaba una danza indómita en su vientre. Algún evento había torcido el eje de su mundo, pero cuando ella le preguntaba si había cambiado alguna cosa, él decía que todo estaba bien. Era impensado contarle lo de la muertita escondida en el placard. 

Lucy tenía un problema en el oído interno; cuando Maximiliano le decía algo que no le gustaba, procesaba los sonidos haciéndolos rebotar en las paredes del tímpano para que perdieran fuerza de impacto al llegar al cerebro. El resultado era una fuerte sensación de vértigo y mareo, dolor de nuca y la imposibilidad de recordar las palabras exactas que acababa de escuchar. Ella necesitaba acomodarse el cuento para conservar la ilusión. Era cuestión de vida o muerte; no veía el sentido de hacer nada en lo que no se involucrara su cuerpo y su alma. 

Dicen que, cuando dos personas se encuentran es porque están en el mismo estado de evolución en el camino de su existencia. Los pasos que den juntos serán los necesarios para dar el salto. Pero dar el salto puede significar subir una pendiente o perderse en el abismo. 

Aunque seguía diciendo que todo estaba bien, él dejó de darle la mano y de abrazarla en la calle. Su corazón no estaba disponible. 

Poco a poco, la esperanza de reposar en el remanso de aguas tranquilas que eran los ojos de Maximiliano, se descorazonó. 

A Lucy le aullaba el pecho, le quemaba. Quería salir a respirar, pero el aire la ahogaba. 

La muertita ya no permanecía mucho tiempo en el placard. Deambulaba a sus anchas por los rincones de la casa, furiosa. Porque la prefería a ella. Porque ella estaba viva. Las cosas muertas no sirven para seguir viviendo. Entenderlo fue como si la hubieran vuelto a matar. 

Habían pasado casi tres semanas sin verse, cuando él se apareció en un evento del trabajo de Lucy. Era un día importante para ella y, aunque estaba súper enojada, se lo agradeció infinitamente. Al terminar el evento, caminaron juntos tomados del brazo. 

“Perdón”, dijo él, de pronto, “yo no quiero lo mismo que vos”. “¿Y qué es lo que quiero yo?”, dijo ella a punto de vomitar a pedradas. Le pesaba el pecho. “Vos querés ser mi novia”, continuó Maximiliano. “¿Novia?”, no era una palabra que a Lucy se le hubiera pasado por la cabeza. “¿Por cenar y coger una vez a la semana se interpretaba “novia”? Ella se sintió rara, creyó que “novia” era una palabra del siglo pasado. “Vos estás enamorada de mí”, siguió hablando él. “¿Enamorada?”, se sobresaltó ella. Era otra palabra que no se le había cruzado por la cabeza, pero en esta ocasión, debió reconocer que era muy probable que así fuera. “¿Y vos cómo sabés eso?” “Me doy cuenta por como me tratás”. “¿No te gusta como

te trato?” “Sí, pero no es por eso…”. Ella no entendía por qué había elegido este día para decirle semejante cosa. Por qué no se lo dijo cuando ella le preguntó qué le pasaba. “Quiero irme a mi casa”, dijo Lucy de pronto, y se largó a llorar. Maximiliano puso cara de horror y la abrazó. Ella sintió que se le acalambraba el esófago y se puso a hipar nerviosa. Él la sujetó con más fuerza. “¿Está bien la presión así? ¿O te abrazo más despacio? ¿Querés que te rasque la nuca o no es el momento?” Ella le dijo que estaba bien así y se quedó un rato largo pegada a su cuerpo; oliéndolo y llorando. Cuando terminó, volvió a decirle que se quería ir. Él la acompañó hasta la estación de tren y, antes de despedirse, volvió a abrazarla y la besó. “Hablamos el sábado”, pidió y ella dijo que sí. Lucy esperó el sábado con ansias, tratando de ordenar sus pensamientos y emociones. ¿Qué era lo que había pasado en realidad? ¿Qué era eso de estar enamorada? Imaginaba un vínculo sexo afectivo estable y exclusivo, por el momento, no había pensado en nada más que eso. La distancia la llenaba de angustia y ansiedad y le destrozaba los nervios. ¿Y qué si estaba enamorada? ¿Cuánto dura estar enamorada? ¿Seis meses? ¿Uno o dos años? ¿Qué sentido tenía salir con alguien sin poner a bailar emociones y sentimientos? Solo esperaba verse una vez por semana, charlar, hacerse mimos, echarse un viaje de vez en cuando, sentirse viva con alguien seguro y sin sobresaltos. 

Creyó que el sábado iba a volver a recibir el mensajito del preludio, necesitaba verlo y hablarle, pero se equivocaba. Otra vez, fue ella quien escribió y cuando le preguntó a qué hora se verían, Maximiliano respondió que, cuando le dijo de hablar, se refería al teléfono y que se iba a quedar en casa, que no tenía plata. 

Pensó que ya estaba bien, que esto era lo último, que no iba a estar mendigando ni amor ni compañía. El teléfono empezó a sonar y Lucy casi lo revolea, pero atendió. “¿Estás enojada?”, preguntó él. Ella respondió que obviamente y le preguntó porqué no la invitaba a su casa, si el problema era la plata, así se solucionaba ¿qué tanto misterio encerraba?” Pero él no respondió. “¿No será que escondés una muertita en el placard?” Preguntó ella, jugando. “Qué impunidad”, dijo él y sonrió con toda la boca carnosa y perfecta. Ella no lo veía a través del teléfono, pero se sabía su forma de memoria. 

Maximiliano no pudo negarlo, tenía que sacar a ventilar a su muertita y, además, era la dueña de su casa y sus espacios mentales. No podía. Simplemente, no podía. 

Lucy colgó el teléfono y respiró profundo. Sin que nadie se lo pidiera, se encerró solita en su placard. 

Su corazón fracturado se fue resquebrajando más y más hasta astillarse por completo. Sus partes se secaron en el espacio oscuro del ropero; igual que el resto de su cuerpo, con excepción de sus ojos que se mantuvieron abiertos y expectantes a la espera de que algún Maximiliano abriera la puerta y la sacara a ventilar. Pero él no encontraba la llave, perdido en el laberinto de sus propios miedos.


JULIA BÁRBARA RIAL

Soy escritora y profe de literatura. 
Por el momento, tengo un libro publicado que se llama "Hija de un repollo" y que es un indefinido entre novela y colección de cuentos. Espero que pronto salga el segundo que, probablemente, va a llamarse "La Roja de este lado del abismo".
También soy ciclista, soy mamá y me gusta romper los moldes en todo lo que hago. 
Mis escritos suelen estar ambientados en mi pueblo, La Reja, y en la localidad de Moreno. Pretendo con ello, alejarme de ciertas "imposturas literarias" y ponerle voz a mundos invisibles. 

REDES SOCIALES:


“Mi sto poetando sotto” de Davide Cava (Reseña)

La colección poética “Mi sto poetando sotto” de Davide Cava (Eretica Edizioni, 2024) retrata la consideración intensa y contrastante sobre la existencia, traza la línea fronteriza, desaparecida en el umbral de la comprensión entre realidad y ficción, declara el necesidad de interpretar el pensamiento, el apremiante deseo de una mente inquieta de comunicar su propio pensamiento poético, concentrado en la difusión lírica de un espíritu desenfrenado, descontrolado, envuelto en el libertinaje de las palabras. Davide Cava conoce el poder evocador de la poesía, compone la investigación representativa de la sensibilidad, asegura el deseo apremiante y convincente de las declaraciones provocativas a la autenticidad del movimiento instintivo, renueva la contaminación de las ausencias y del desapego a través de la capacidad catártica y escatológica de acompañar en verso el el dolor, transfigura su esencia en experiencia estética creativa y literaria.

La poesía de Davide Cava persigue el espejismo emocional, reelabora la naturaleza de los sentimientos en el territorio inagotable de las incertidumbres, entrega el llamado de la propia experiencia a la invocación del relámpago y de la materia expresiva incendiaria, amplía la consonancia de la memoria en la dignidad celebrativa de la nostalgia. El poeta relata la comedia humana traspasada en la conciencia, bajo el peso acechante e inquieto del vértigo, abre la mirada aguda, obstinada e inquisitiva sobre el telón del mundo, despierta las sensaciones del universo interior, enfrentando la ansiedad indefensa y evanescente de las respuestas. Escenifica, en las exhortaciones solitarias y misteriosas del tiempo, la realidad del presente, inmersa en las melancólicas confesiones del pasado, sigue el camino del aliento por los caminos de los renacimientos. Davide Cava articula el entrelazamiento del enamoramiento, trayendo consigo la enseñanza del engaño, revelando la sugestión del corazón que no renuncia a la inesperada e impredecible oración de amor.

“Mi sto poetando sotto” difunde el aroma sugerente e intuitivo de los recuerdos, descifra el uso deformado y hermético del vacío en el ejercicio literario de una técnica poética capaz de perforar la dimensión atormentada del ser y colmar la emoción cómplice de los sueños, unidos desde un lirismo objetivo de la conciencia. Davide Cava plasma sus versos en torno a la esclarecedora búsqueda de la parte más susceptible e impermeable del alma, afirma con velada ironía la condición clara e inexorable del hombre, capta la predicción vital de la entrega y la fugacidad. El libro nos invita a adentrarnos en el laberinto de la sombra y la linealidad de la luz, a evaluar el vínculo elocuente de las huellas relacionales, la virtud adivinatoria del significado secreto de las cosas, el encuentro con la inestabilidad de la ternura y la dureza de la hostilidad. La constante y vertiginosa referencia a la irremediable indiferencia de la falta hace que la poética de Davide Cava llegue al lector en el retraso invisible de la fugacidad, absorba, desde el escenario ilusorio de las imágenes, la seducción de la desorientación, describa una poética desbordante donde la puntuación de cada esperanza se mezcla con la aventura romántica de la vida cotidiana. Davide Cava socava el equilibrio de las certezas, desmantelando la entrega inesperada de un apetito insaciable por la vida, en la intrusión de una conversación íntima y profunda con el subsuelo de las identidades, en el lugar de aterrizaje del arte poético.

Rita Bompadre - Centro de Lectura “Arturo Piatti”


CARLOS NORBERTO CARBONE


EARTH MAPS


Primera vista el mundo.

dentro del mundo un continente

dentro del continente un país

dentro del país una ciudad

dentro de la ciudad un barrio

dentro del barrio una calle

dentro de la calle una casa

dentro de la casa un hombre

                                                llora.

***


AGUA


El agua

ese otro animal que me habita

                        sostiene el vértigo.


Mis manos grandes

como el desamparo

atraviesan un puerto infinito.


Escribo

para sostener mi boca

y no acallar nada detrás

                        de la infame puerta.


Agua

grande

como el dedo de Dios.

***


LOS OJOS DE DIOS


Me preguntaron

¿De qué color son los ojos de Dios?


Dicen que son azules

como la huella de un pez.


Otros dicen que son rojos

Como la piel del mundo.


Algunos que son grises

Como la espalda de los vencidos.


O verdes

Como el vuelo de las mariposas.


O negros

Como un túnel del cual nunca se saldrá.


Tal vez sean blancos

Como la fe en los relojes muertos.

***


QUISE DECIR SOLEDAD


Algunos días quiero decir lluvia

                                       Y digo TUÑON.


Otros días para nombrar el fuego

                                                   digo hijos.


Hoy

quise decir soledad

y dije patria.

***


ESA PARED


Sube la humedad

                       por la pared del poema


avanza

y escribe historias

que solo ven los desprotegidos


sonidos de mundo envuelve

                                                el aire

    

los ojos

como arcabuces brillan

                                        de pasión


esa pared es lo único que tenemos.


CARLOS NORBERTO CARBONE

Nació en La Matanza, provincia de Buenos Aires, 1959.

Ha publicado los siguientes libros: “Poesías para decir presente” (1983); “La llegada de los hombres” (1984); “En la huella del hombre” (1986); “III Antología de poesía joven argentina” (1988); “Antes que el viento se apague” (1989); “De andenes, lluvias y otras melancolías” (1995); “10 años sin Borges” (1996); “Variaciones sobre la noche y otras oscuridades” (1999); “Testigos de tormenta” (compartido, 1997); “Cuerpo de abismo” (compartido, 1999); “Bodegueros del diablo” (compartido, 2004); “Seis son una jauría” (compartido, 2006); “Pasajeros del penúltimo tren” (compartido, 2007); “Doce ciudadanos + Uno” (2008); “Áspid” (2011).CARMA (2014) MIRADAS DE FUGA (2016) MARCA (2017), Poesía Argentina Contemporánea, TOMO I Parte Vigesimocuarta (2018). Bardos y Desbordes II (2019) Otras Miradas Otras Distancias (2019).

ANDRÉS CAÑETE CISNEROS


En el interior de Iglesias Iraníes


Imperio Safávida

Turquicos persas

turcomanos,georgianos,circasianos,griegos y pónticos.

Cada uno sueña su arquitectónica catedral

donde el color y la profundidad

mezclan luz de proporción geométrica

alrededor de cada una de sus creencias más profundas;

el ser oración es el ser meditación.

Cuando se contemplan las altas esferas

estético gozo de espiritualidad

cuando se proyecta el alma a través de los deleitosos sentidos

que vuelan estimulados hasta el cielo melodioso

donde todas nuestras idas convergen

diluyéndose en la esencia orbital

que es dios

que es el inconsciente

que es el misterio absoluto.

La refracción de las ventanas y sus vidrios

contienen todos estos delirios

impregnados a la emanación vibracional del ser

karma, tao, fé

mosaicos caleidoscópicos de santos entrelazados y levitantes

bajo los arcos y formas cóncavas que los resguardan

de la atmósfera nebulosa apesadumbrada que rodea

a los límites telúricos.

cubren flores doradas zafíricos contrastes rubíes

de las ostentosas fábulas iconoclastas

susurradas en intervalos forasteros

zoroástrico suspiro del viento.

***


El rojo diablo loco


Un diablo rojo en pantalones de cuero

Emerge de las tenebrosas tinieblas

Atravesando los gritos agónicos

Sonriendo placenteramente

Baila una danza macabra

Y seduce con sus dotes viriles

Hipnotiza los corazones débiles

Y envenena las mentes dóciles

Divisa a lo lejos tres angeles gloriosos

De rubias cabelleras y ojos celestes

Rendido ante el espectáculo celestial

Cae de rodillas suplicando piedad

Ya que el señuelo cautivador

De las tres glorias que se abrazan

Lo estimula a imaginarse

En lúdicos ejercicios pasionales

En medio de los senos empíreos

Bañados por la gloria y la bruma

De lloviznas libidinosas que él mismo invocó

Ahora que ya no es regente del universo

Claudicando para ceder su lugar

A algún joven poeta veinteañero

Que lo pueda eternizar

En opacos versos contemplativos

Donde el verbo figurativo

Arde en azufre

Y las llamas cubren los suelos

Y los relieves rococó de Flores y Leones

Brotan de la fuente espiritual

Para desnudarse y acompañar

En su lecho perpetuo

Al rojo diablo loco y las tres angeles rubias desnudas

***


El ser abstracto orbita en la Facultad de Filosofía


Es un misterio el suceso elemental

Del origen de la mentira

Aparece constituida por estructuras

Imaginarias o la diáfana translucidez

Refracta esa emanación de vida

O es un recurso lingüístico incipiente

Los aventurados se avecinan con los

Grandes cambios

Tempestad repentina que sacude las bases

Que sostienen al universo.

Un muchacho idiota canta

Todo este monólogo interno

Cuando avanza describiendo lo que captan

Los sentidos.

Desesperados suplicios; las aspiraciones.

Lo que queremos ser y no podemos

Por las limitaciones del medio

Y las rígidas leyes del Id (ello).

Recuerda las líneas blancas que delimitaban

el asfalto, se fijaba en la división de las propiedades, en la

danza rítmica de las verdes ramas

Y en la constitución universal de la metafísica

en el mundo.

¿Su rumbo? La facultad de Filosofía, en Sajonia

Aquel lugar de viejas sintonías y recuerdos lejanos

Hoy son escenario de su derrota andante.

***


Ciudad Efrénica se camufla de sospechas


«Amplia y dolorosa ciudad donde caben los perros,

la miseria y los homosexuales,

las prostitutas y la famosa melancolía de los poetas,

los rezos y las oraciones de los cristianos.

Sarcástica ciudad donde la cobardía y el cinismo son alimento diario

de los jovencitos alcahuetes de talles ondulantes,

de las mujeres asnas, de los hombres vacíos.»

─Efraín Huerta (El gran cocodrilo rojo)


Un vehículo mecanizado arde en llamas en las estepas de Ucrania

el fuego une a la tripulación en el eterno sueño de los justos

misiles que caen en los campos de refugiados en Khan Younis

y conmueven al joven anhedónico que bebe vino y lee a Lugones


Tambor melódico que relata las mismas miserias en un país desfasado en donde no

crece ninguna poesía conocida

¿Que fué del trovador que recitaba en guaraní?

¿Y los borrachos que cantaban melódicas guaranias en sus guitarras de vidrio?

¿Dónde me encuentro yo entre todo el rumbo resplandeciente del porvenir?


Me veo tirado leyendo un periódico o peor aún sujetado a mi teléfono idiota que me

roba el tiempo, mirando videos me perderé de como crecen mis hijos.

A quién engaño, el amor es un emblema lejano y confuso algo místico y profundo que

no puedo alcanzar


Todos los poemas que escribí se parecen, porque todos estamos escribiendo el mismo

libro

Mi tierra patria es resultado de un rio caudaloso e impredecible

el gobierno es la sangre del pobre que se desgasta en sus fiestas

sus símbolos son axiomas que sus ciudadanos desconocen

La sociedad por lo general es tranquila y obediente


llegó la hora de perturbarlo todo con esta rima;


Dios es el agua evaporada que se bebe la virgen de caacupé cuando se eleva en un

éxtasis oscuro de lasciva entonación, se excita al ver a los jóvenes poetas y los

maldice con la caída de su olímpico pelo.


Los poetas se cogen a todos los que respiren por pertenecer a algo trasgredido,

Los poetas se avergüenzan de sus propias obras y recitan para un determinado circulo

de ilusos

que comparten el mismo deseo de conocer el amplio mundo pero los retienen sus

puestos telúricos

Trabajar para comer, no comer y no trabajar, mas escribir y gozar eternamente un

mareo tambaleante

Robo de libros, apropiación de ideas, lírica prestada y referida cadencia; rima rilkista

sabor traicionero

soldado encuadrado que viola a Rimbaud

Fusiles, bayonetas y sangre

votos inútiles y saliva sin pulso

Todo lo destruyo porque sino se descompone

¿Que harás del segundo en el que este poema te carcome?

¿Volarás levitando hacia otras ideas?

o ¿Aceptarás que esta pregunta ronde tu cabeza?:


Para vos, ¿Qué son las letras?.

***


Trance Kafkiano al costado del Parque Carlos

Antonio Lopez mientras meaba recitando a Gingsberg


Por los espacios de las ciudades

En calles de penumbra

Una amplia muralla defensiva

Limita un Parque capitalino,

Anteriormente cementerio militar.

Esta noche escénica ocurrió

Al mear yo frondoso árbol centenario

Un aura de perversa melancolía


Invadió profundamente la totalidad de mi cuerpo

Rodeado por extrañas sintonías confusas

De sonidos viscosos y ondulados

Fuí sumergido en misteriosas tinieblas

Las ensoñaciones se tornaron pesadillas

Siniestras representaciones teatrales

Suposiciones místicas y la eternidad de los muertos

Resplandor encandecente de un espíritu lejano.


Veo arder la ciudad en llamas

Se hunde la humanidad en el humo

¡No tengo manera de advertirles!

Recibo una enseñanza divina

Brilla la idea como el diamante:

Respira y contrae la fé en el universo.

Hazte la nada y navega la corriente

Que fluye transitando

La mente inconsciente.

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ANDRÉS CAÑETE CISNEROS 

Nació un 2 de abril de 1998. Desde temprana edad demostró una curiosidad insaciable hacia la vida ejerciendo una desobediencia inocente por las normas y los estatus.

Lo demuestran sus reportes escolares que reflejan un temprano interés por la literatura en el Principito de Saint-Exupéry los cuentos de Julio Verne y quién sería su maestro iniciador en el arte poética; Ruben Darío. Desdeñó las matemáticas y sus derivadas para saltear las clases y entrar en contacto con los campos suburbanos adyacentes a la pequeña urbanización Luqueña tan presente en su obra.

Estudia Psicología en la Universidad Nacional de Asunción. Lleva una pausa sabática para transitar el camino de los perros, dejándose devorar por las hormigas rojas y las hormigas negras.

Actualmente integra el colectivo “José Asunción Flores” en la residencia Poética “Versos Para Carmen Soler” y en homenaje a la poeta social producirán todavía más letras los jóvenes líricos. También participa del Taller literario “Escuela de Escritores” de la Librería Nicolás Guillén y tiene próximos para su publicación una antología de cuentos de la que forma parte.

Su primer poemario “Elementos Transformadores de la realidad” va tomando forma y espera pacientemente su publicación en alguna editorial que se anime a trasgredir la poesía Paraguaya como se la conoce.