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ARTURO HERNÁNDEZ GONZÁLEZ


ELOGIO A LAS PERSONAS ALEGRES


«Todo deseo de cambio es un mal

síntoma de una memoria en declive»

 László Krasznahorkai


Esto sucedió hace un par de años. Vivía cerca de las viejas librerías del centro de Bogotá. Salía a caminar casi todos los días e iba a menudo a la antigua cinemateca o a la biblioteca Luis Ángel Arango, donde a veces se ofrecían deliciosos conciertos de música clásica. Y léase clásica aquí como un eufemismo para viejas e instrumentales composiciones de cámara… pues también hay otros sonidos que bien podrían merecer tal adjetivo: Garzón y Collazos, Santos Discépolo, Hank Williams, W.C. Handy, Eddie Cochran, Chuck Berry y más recientemente, Cash y Kilmister. Pero, lo siento, esto no tiene nada que ver con lo que estoy contando. Divago. A mi edad la memoria es, como ya señalaba Agustín de Hipona, el estómago del alma. El ulcerado estómago de un alma dañada. Lo que quería decir es que caminaba y solía divertirme aunque no fuera feliz. Esa es, no obstante, una de las cosas que envidio más de los alegres… poder divertirse aunque sean felices y viceversa. Este parece ser un atributo común entre quienes logran contentarse con los pequeños y agridulces frutos de la autocomplacencia…


 ...Y yo no he visto nunca a alguien que represente mejor el arquetipo del autocomplaciente moderno que G., mi cuñado. Y es que, como venía diciendo, hace poco más de un par de años me escribió para invitarme a cenar. Tan solo había hablado con él un par de veces en mi vida y hacía más de veinte años que no nos veíamos (desde que murió mi esposa, creo). Era inoportuno, inconveniente, inesperado y me sentí tentado a decirle que no, pero añadió que debía decirme algo importante. Así que le dije dónde podía encontrarme la noche siguiente y le recomendé ser puntual. Al otro día caminé como de costumbre por las horribles e inconclusas aceras peatonales y gasté la mañana hojeando una vieja, casi tan vieja como yo, edición parisina de L’embarras du choix, en la que Brice Parain interpreta el papel de un filósofo decente. Almorcé y me entretuve después con la película Vivre sa vie de Jean-Luc Godard en la que Brice Parain interpreta el papel de un filósofo decente, que actúa a su vez como un mediocre actor de cine, obligado a ser él mismo, pero en la vida real.


 Estaba repasando todavía la película en mi cabeza cuando llegué a la cafetería en la que G. me esperaba. Yo llegaba tarde. Cuando le vi la cara, me di cuenta de que había olvidado quejarme solo, antes de llegar, y pensé en lo fermentadas que estarían mis palabras. Se puso en pie y me abrazó. Nos sentamos y pedimos un café antes de comer. ¿Cómo has estado?, preguntó sonriendo. Vivo, por desgracia, contesté con descuido y caí en cuenta de que había olvidado que él era una de las personas con las que no se podía hablar honestamente. ¿Estás enfermo?, replicó. Solo si los años cuentan, respondí. Hace un rato entró aquí otro anciano y pensé que eras tú, adelantó sin dejar de sonreír, casi me levanto para saludarlo, dijo. Sentí pena por G. La gente así está condenada a que le mientan porque son un peligro andante para la libertad y la higiene individual del pensamiento. Pues no es de extrañar, dije, un perro se parece a otro perro, aunque uno tenga la mala costumbre de ser como uno mismo.


 ¿Qué era lo que querías decirme?, adelanté sin tacto. Suspiró. Aguardó un segundo. Las cosas no están bien, dijo al fin. Y después de eso escupió una tras otra las tristes palabras de su congoja. El matrimonio al igual que la verdad son cosas difíciles, concluyó entornando los ojos. Yo me sentí humillado. Ensayaba ese tono melancólico e idiota para parecer interesante y no titubeaba al pensar un poco las sílabas de lo que decía… Probablemente había preparado en su cabeza toda aquella retahíla, recalentándola cada vez que otro pensamiento encharcara sus sesos con el dulce vacío monótono y la felicitación subsiguiente de su patético amor propio.


 ¿La verdad?, interrumpí. Sí, creo que la verdad tiene muchos matices, contestó y añadió de inmediato: uno puede amar, sentir también que ya no ama y ambas cosas pueden ser verdad ¿no es así? Respiré profundamente, conté hasta diez y respondí: ¡No! La luz era amarilla y escasa y yo no sabía cuál de aquellas circunstancias era lo que más me lastimaba los ojos, pero tuve que agachar la cabeza y seguir hablando sin levantar la mirada de la mancha café que sobrevivía en el fondo del pequeño vaso desechable. La verdad es irreparable. Cualquier interrupción en su engreída integridad la asesina, la convierte en otra cosa. Los sentimientos pueden ser contradictorios, sí. Sin embargo, su naturaleza no es igual que la de la verdad. No hay espacio en ti o en mí para la verdad. Puedes hablar de la verdad de tu corazón si te place, pero no ensucies las palabras con significados que escapan tan fácilmente a nuestras contingencias…


 Pareció confundido, así que tuve que obviar lo que le había dicho y preguntarle: ¿A qué te refieres exactamente? Es algo que ella dijo, avanzó de repente. Tú siempre has sido bueno para estas cosas y por eso tenía que preguntarte. Reflexioné por un instante. ¿Quién ha sido el idiota que te dijo que yo era bueno para las cosas del amor?, respondí sonriendo. Ha dicho que quiere quitarse la vida, dijo con gravedad. Entonces entendí a qué se refería. No sé si me puso de mal humor o si logré convencerme de que la falta de tacto era indisoluble a su condición existencial, pero sí recuerdo haber formulado la única pregunta que podía hacerle: Y cuando lo dijo… ¿lo hizo con ira?


 Sí, replicó después de sopesar la pregunta. Tu hermana se enteró de que yo…, estaba furiosa y entonces ella…; sentí un leve deseo de golpearlo por hacerme perder el tiempo. Nadie que en verdad desee suicidarse está motivado por la ira, comenté. La interrupción de la vida por algún drama pasional es más común entre las parejas jóvenes y ninguno de nosotros se está quitando días de encima. Uno simplemente se quita del medio o no lo hace. El dolor suele ser pasajero en los corazones débiles. Desear acabar con uno mismo es realmente un pasatiempo cotidiano, como regar las plantas. Decidir morir es como una filosofía que quiere saberse a sí misma y que pese a todo, encuentra siempre algo fallido e insuficiente como para alimentar al dios personal de los asombros. El poco amor propio que pueda uno conservar intacto desde los primeros días de la vida, cuando nace junto con nosotros el instinto de la autoconservación, es la potencia definitiva y última con la que se puede resolver no-estar.


 ¡Qué bueno!, me interrumpió con la misma sonrisa de antes. Entonces tú crees que no tengo nada de qué preocuparme. Un joven camarero se detuvo a la izquierda de la mesa y nos preguntó si estábamos listos para ordenar. Lo miré con un amable desasosiego, volví a mirar a G. y de vuelta al camarero. Observé la mancha café durante un segundo más. No, no tienes nada de qué preocuparte. Esto es lo mejor de las personas alegres, dije para que todos pudieran oírme, que siempre están mejor estando alegres… pero lejos de mí. Me levanté y salí corriendo de aquel maldito lugar.

Revista Visor N°24; mayo-agosto, 2022

***


ARTURO HERNÁNDEZ GONZÁLEZ

(Bogotá D.C, Colombia) Poeta, traductor y docente colombiano, especialista en pedagogía. Su obra ha sido premiada e incorporada en publicaciones de importantes medios culturales y literarios, así como traducida al italiano, rumano, búlgaro, francés, inglés, griego, albanés y coreano. Es autor de Olor a Muerte, publicado por la Red Distrital de Bibliotecas Públicas (BibloRed, 2011; 2012), así como de los poemarios Breviario de lo Incierto (2017; 2024), Presagios del insomnio (2025) y Terca materia inexacta (2025). Fue honrado con el título honorario Embajador de la Palabra (Museo de la Palabra - Fundación Cesar Egido Serrano, España, 2014; 2018). Ganó el I Premio Literario Internacional Letras de Iberoamérica – Poesía (México, 2017), el IV Premio Nacional Plenilunio de Poesía ‘Leopoldo de Quevedo y Monroy’ (Colombia, 2023), el IV Concurso poético ‘Cezarina Dos Santos Álvarez’ (Uruguay, 2023) y fue finalista del XII Premio Nacional de Cuento (Fundación La Cueva, 2025). Entre 2019 y 2023 se desempeñó como traductor de la organización para la difusión de educación económica Democracy at Work (Estados Unidos) y actualmente, es columnista de Crítica no especializada (Argentina). Dirige desde hace más de una década la Revista Internacional de Cultura y Artes Noche Laberinto y la Editorial Toska.

DANIEL QUINTERO


Obra I


Algo habrá que hacer con la poesía

no alcanza con mirarla a los ojos

acariciarle el pelo

imaginar su boca

algo habrá que hacer

sobre todo cuando la lluvia no la moja

cuando la noche que aseguró protegerla

la abandona y el fuego por ahí anda 

buscando desvirginarla

algo habrá que hacer

algo que alcance definitivamente

que supere su irremediable dolor

su angustia solitaria

su latido de papel

algo habrá que hacer decimos

y vemos pasar su cabeza rodando entre las piernas

vemos pasar su sangre 

su voluntad

tendríamos que subirla 

emborracharla

hacerle el amor

pedirle un hijo 

un grito

algo que nos identifique

nos embarace

nos llene de alegrías

perfore nuestras entrañas por verla nacer

para ver que algo hicimos por la ella

que era necesario

llevarse toda esa indignidad a la boca

masticarla

algo más 

algo para beber de su resplandor

su inútil cautiverio

la música que nos trae

su recuerdo indefectible

llevarla en andas

reconstituirla

darle a beber de nuestra sangre

nuestro vino

nuestro futuro

hacer de sus tripas el papel

un cortejo de insanos ilusionados

reventarle flores sobre la piel

perfumar con gritos toda su presencia

su osadía

el descarne con que jamás la olvidaremos

algo habrá que hacer

algo inevitable que nos dé paz

o resguardo o triunfo o desengaño

un rumbo favorable

besar su ausencia

pedir por sus hijos caídos

olvidados

no nacidos

quemados en las hogueras

armadas con las saladas maderas del naufragio

contagiarnos de su malicia irresponsable

quebradora de sueños

malita ella sola

algo que justifique todas las palabras

entrelazadas por el vómito donde nos redimimos

hacer de la poesía la causa

exhibir su prepotencia

mostrar que todo lo demás

al fin de cuentas

no sirve para nada.


***


Obra II


Algo habrá que hacer con los poetas

tirarles desde lejos

bajarlos de las ramas

mostrarles los refugios

salvar el mundo de sus manos

de sus elogios innecesarios

quitarle esa manía de pretender cambiar las cosas

algo

que no se la lleven de arriba

que les cueste la palabra

toda sangre en el papel

algo habrá que hacer con los poetas

inauditos

irreverentes

qué se piensan que son

si apenas viven un instante

cada vez que le ponen un punto

al final del poema

algo habrá que hacer es inevitable

que este susto que se vive

sea el cauce perfecto

del río donde sucumbiremos todos

poesía

papel

poeta

ocio de blanco fondo

y vemos un montón de mentiras

acercándonos a la vida

algo habrá que hacer con los poetas

un altar

un conventillo

un sarcófago

una mesa repleta de vidrios vacíos

algo habrá que hacer

tirarles desde lejos

vender por peso

su corazón de humo

no permitirles que nos sigan mintiendo

aunque esa mentira sea

la verdad más absoluta.


***


Obra III


Duende del papel

líbrame de los fantasmas

los buenos los malos

muertos extranjeros

que no han nacido

que aún no aprendieron

a escribir

líbrame de sus adjetivos

metáforas comparaciones

hipérbatones y sus trajes

sus polleras sus voces

líbrame por favor

no permitas que

atraviese las fronteras

que establezca conflicto

que rompa las cartas

los vidrios las pelotas

que funde países

descubra planetas

pesque rece haga pozos

líbrame maldito duende

benefactor desquiciado

de los versos amnióticos

de todos los silencios

también de los gritos

grises contagiosos

del delirio místico

de la epopeya

dramáticos poéticos

líbrame de sus cauces

de sus pipas y sus gatos

de sus contratapas

de ocasión /por dios

sus espejos y sus moños

las penas los hoteles

los vuelos de emergencia

líbrame duende del olvido

que no me encuentre

la noche entre sus barbas

que no me escupan

junto a su tabaco

que no me rieguen

al lado de sus tumbas

ni a las copas queséyo

del límite que tengo

el idioma mal puesto

atrevido desertor

nada nadie nunca

líbrame iluso de tinta negra

arlequín de cervecería

que los papeles ardan

en el fondo mínimo 

de todo inútil poema. 

***


DANIEL QUINTERO

Bs. As. 1959. En 1987 se radica en Tierra del Fuego. Regresa a Buenos Aires en 1994. 


Funda el sello Ediciones Parque Chas 


Participaciones literarias en Argentina, Uruguay, Chile, Ecuador, Cuba, Bolivia, España, EE.UU. Japón, México, Nepal, Camerún, Serbia


Algunas de sus publicaciones:

-.“Después de una larga noche” Amaru Agosto 1986 

-.II Antología de Escritores Fueguinos. Marzo 1989. Ushuaia-Tierra del Fuego. 

-.“El Extranjero y el hechizo en la ciudad de la bahía”. Poemario, Ushuaia.1990. 

-.“Poesía Patagónica” Antología autores varios. Neuquén, Abril 1990. 

-.“Cementerio de Payasos”, Parque Chas Ediciones, Buenos Aires, 1997 

-.“Literatura Fueguina 19975 1995 Panorama”, Roberto Santana, Ushuaia, Tierra del Fuego, 1998 

-.“Cantando en la casa del viento” antología literaria de Tierra del Fuego, Nini Bernardello, 2001 

-.”Inusual” Parque Chas Ediciones, Buenos Aires, 2013 

-.”Cotillón” Villa María Córdoba 2015

-.”0 Killed” Textos Intrusos Buenos Aires 2016.

-.”SIGNOS /sobre El Jardín de las delicias/ Textosintrusos Buenos Aires 2018

-."Malvinas poesía" 2022

MARIELA ALEJANDRA PALERMO


Abrir la ventana


Hundirse

en este sonido átono,

en este cautiverio

que a sí mismo se devora.

Tragar

este día solar

con el vértigo

de una pupila abierta.


***


Aguijones


Somos

el aguijón 

que sacrifica el cuerpo 

por el instante 

del ataque 

o la defensa.


Una ronda boquiabierta,

la boca del día

comiéndose el reloj

comiéndose el reloj

metida hacia adentro.


Somos

una bandera blanca

huérfana bajo la lluvia.


***


Doble negación


No,

no es la condición ni el problema.

No es la expectativa 

la posibilidad

el sacrificio,

es el grito que dejaste 

adentro atrapado.


No,

no es la condena el conflicto

el dolor la angustia 

la soledad la infancia

ni el desasosiego,

es la palabra que no fue

este espanto de levadura

inenarrable.


No es la sangre 

el abandono la culpa 

o el amor que nos faltó a todos:

es el grito que no dejaste

es que nadie merece el silencio.


***


El nido


No me gusta pensar 

que nos gusta soldarnos la urgencia

contra la luz de los buenos días.


Me gusta sentir que podemos

correr en patas la noche o la infancia,

que podemos tapar con el dedo

cada agujero de la luna o cada palabra

que nos dijeron cuando no nos permitieron soñar. 


Me gusta pensar que por un rato

la lluvia intentó calmarnos 

para que no nos volvamos tan locos, 

pensar que al final paramos cuando vimos el final. 


Me gusta pensar que la música en la ventana 

no es quien viene a salvarnos, 

sino un pájaro perdido 

que vuelve para que lo salvemos.


Me gusta pensar que se puede parar el tiempo

para construirle un devenir histórico

a las cosas hermosas que vimos en este mundo

y que ahora

ya no podemos olvidar.


***


El escondite


No conozco ni un pájaro que no

se haya escapado de mi pecho,

que no se haya escondido

cuando grité tu nombre,

que no se haya ahogado

cuando quiso

calmar esta sed que llevo.

Estoy tan triste

que podría mirarte

solo por última vez

para acariciarte la espalda

con el poema microcefálico

cabeza de jíbaro - cerebro de punzón

y ahí dejar mi espíritu

de pajarito bobo en jaulita de aire,

mientras un niño

me besa el ombligo

y me pide que lo salve.


***


Revelación


La piedra que tiré al río

rompió el fragmento,

el irascible sonido

de la música

me dijo “mi amor”

y el miedo que me metí

a golpes en el desayuno

ya no muerde.


Ese es un poco mi calvario.


***


Bienvenidos al tren


Deberíamos irnos

inmediatamente de acá

hartos de tanto

cuerpo a tierra

como un pájaro

que quiere volar muy lejos

pero en un acto heroico

después de la herida infalible.

Deberíamos irnos,

tragarnos nuestra identidad y nuestro pasaporte,

acomodarnos

en cualquier mapa

imperturbablemente solos,

ser una mueca absurda

de lo que fue lenguaje

nuestro bestial lenguaje.

Deberíamos irnos

inmediatamente de acá

pero nadie puede

abandonar el tren.


***


Es urgente


Es urgente

una porción de lucha

en la garganta,

una ausencia

que enseñe la densidad del vacío.

Es urgente el pibe vivo

intacto en la mirada,

ese amigo

en el momento justo

de la lluvia para llorar.

Es urgente ganar el pan a contramano

con el amanecer y el mameluco,

con la estrella que le ganó a la noche

en el baldío.

Es urgente

ahora que puedo,

torrencial,

apretarte en mi interior

como una huella digital.

Es urgente

tocarte las manos y los ojos

como una corteza abierta

y andar por ahí sin más...

derramándote mi vida.


***


MARIELA ALEJANDRA PALERMO

Nació en Pilar, Buenos Aires, en 1985. Es profesora de Lengua y Literatura, técnica en Corrección de Textos y cursó una Maestría en Literatura Argentina (U.N.R). Participó desde muy joven en talleres de alfabetización barrial, revistas de difusión cultural y dictó clases en contextos de encierro. Su obra poética y narrativa integra decenas de antologías. Fue premiada en concursos a nivel provincial, nacional e internacional. Publicó Ebrios de Libertad (2006), Versos en vértigo (2017), 50 poemas de bar (2020) y Un grito cualquiera (2024). Es investigadora, docente y da talleres de Escritura Creativa. Prologa y corrige freelance.

Contacto: https://linktr.ee/marielapalermo

Instagram: marietta_pal


SERGIO ANTONIO CHIAPPE RIAÑO


Mi conciencia


Mi conciencia está ciega, 

le sacaron los ojos

muda, 

su lengua cortaron

devastada, 

como el parque de la infancia al que jamás volví.


Mi conciencia es el esqueleto 

de un pájaro deforme que llevo a rastras, 

es aire muerto en los pulmones.


Un hombre sin luz

calza mis zapatos. 


El árbol de los ahorcados, Rosa Blindada Ediciones, Cali 2017

***


La niña


La sacaron de su casa humilde, 

de su cama dura, 

de su patio de tierra seca. 


Deshojaron sus sueños.


Suplicó la muerte 

pero la muerte

no atiende suplicas. 


En la casa humilde, 

sobre la cama dura

una mujer anciana palpa el vacío

buscando los brazos de su hija. 


Afuera el patio, 

la tierra seca, 

los días oscuros. 


La persistencia de las lágrimas, La Sociedad Perdida, Pasto 2020

***


Esperanza


Siempre habrá un hilo de luz 

colgando de ninguna parte.


Un hilo

que soporte nuestro peso


un hilo

de donde sostenerse


que no se rompa

por más que sople el viento.


Un hilo de luz en la boca del abismo.


La curvatura del tiempo, Abra Cultural, Islas Canarias 2021

***


Las ejecuciones


Prefiero los silencios. 


Suele pasar que las palabras 

                        Se destrozan así mismas.


Una horda irrumpe en la tarima, 

                     Sus aullidos se confunden 

                                              Y no se entiende nada. 


 Estoy frente a ustedes

 Cubierto apenas por mi sombra.


Ustedes que asisten expectantes a los recitales,

 A los partos

 Y a las ejecuciones.


    Y no dejan de observarme.


Algo hace que la horda se detenga

          -debe ser la lluvia-


Por eso prefiero los silencios.

(Lento caer de lluvia, Toská Editorial, Bogotá 2025) 


Y el mar


Hay quienes nacen en el tiempo exacto 

         en que Dios reparte los destinos.


Llegan con el alma curada por el fuego.


Silban llamando los pájaros, 

           compañeros en el vuelo

                                       y en la soledad. 


Hay quienes nacen 

         para convertirse en mar.


Y el mar es inmenso y fuerte es su voz. 


Lento caer de lluvia, Toská Editorial, Bogotá 2025

***


SERGIO ANTONIO CHIAPPE RIAÑO

(Bogotá, 1972). Poeta y Gestor Cultural. Ha publicado El árbol de los ahorcados (Rosa Blindada Ediciones, Cali, 2017), libro premiado con el Fajín de Oro por la Revista Olandina y La Casa del Poeta Peruano en el año 2018; La persistencia de las lágrimas (La Sociedad Perdida/ Edición Cartonera Pasto 2020); La curvatura del tiempo (Abra Cultural, Islas Canarias, 2021), y Lento caer de lluvia (Toská Editorial, Bogotá, 2025). Antologador de Murmullo de hojas, Poesía Reunida, 40 poetas colombianos (Abra Cultural, Islas Canarias, 2023). Administra el blog de poesía El Claroscuro.


ARIEL ROMERO HERNÁNDEZ


1. La Muerte es una repetición de lo constante. Lo constante es el infinito,

y el infinito es la madrugada que se extiende como una espada de hielo entre los edificios.


La Ciudad es funesta porque tu nombre se ha ido.

Ni siquiera el silencio se atreve a posar sus alas en su seno. Tu nombre se ha escapado hacia las montañas longevas.

Ahí las luciérnagas erigen sus lamentaciones

con la noche taciturna, con el rio mudo y toman la forma de la montaña como la señal de auxilio de un país triste que el cielo va engullendo.


Los muertos saloman entre los bejucos.

En esta noche se está ciego

y de alguna forma los sonidos tropicales son el idioma del amor perdido entre el rastrojo.

Está tu rostro con el signo de una palabra explosiva.

Los merachos lloran sobre las aguas donde tu espíritu se hunde.

Las luciérnagas susurran el secreto angelical que crece en la montaña.

Los hombres del otro lado del río están tan vivos como tu muerte

y la lluvia perdida no regresara para acariciar sus sombras presidiarias. Estás en la inmensidad, ya ni la penumbra resiste tu silencio.

Todo ha acabado:

Los caminos de tierra te dan la palmada definitiva, el rio es mudo,

la montaña es un haz de luz que las luciérnagas profesan,

los hombres perdidos levantan tu hogar de madera y cruzan el río del nunca jamás, los duendes inclinan la cabeza,

la montaña emite el último lamento,


Dios calla y a veces sonríe;

los hombres cruzan el río con tu hogar a espaldas,

con la certeza mortuoria de que el río los condenó a la lejanía.

***


2. Las despedidas

se acumulan en libros

desolados.

La reiteración de lo que ha acabado subsiste en pequeñas gotas de lluvia

que son deidades,

máscaras

quebradas,

pasadizos tétricos,

cucarachas que vomitan noche

en los callejones,

algún habitante que derrama su sangre

como una tormenta que arrasa con tus pasos;

aquella mirada de la tierra que es un cielo que perdió sus pies.


Ahora lloras la partida de quienes han besado tu rostro,

y lo sagrado del ayer remueve sinfonías de mariposas negras que callan en las paredes.


Tomamos su alfabeto, acariciamos la historia de sus vuelos con la lluvia,

tocamos su fe alada que solo es una profecía de lo imposible.


¿Cuántas veces retomamos la inmortalidad que yace como un cadáver en el silencio más

hermoso de la madrugada?:

La lágrima que cae tras la ventana, seres

que vigilan las esquinas, el frío que

explota sobre las ánimas.


El final irremediable; callejones abandonados por sus nombres.

La Ciudad triste que los árboles esconden, el

barrio pobre con su túnica de polvo donde

empezaste la ruta: más allá está un niño con

una pala, cavando los regresos.

***


3. El rito de nuestra paz

Hay un aguacero que navega en tus huesos,

tienes frío, y tu miedo es un miedo parecido al de la muerte;

le temes a la existencia de lo que se apaga,

lo irredimible transformado en una canción de

intemperie que va hollando los rastros de tu idioma.

Tocas tus alas y no quieres olvidar el vuelo sobre la ciudadela de sangre,

ahí los pájaros del trópico te enseñan que el odio no lo escogemos.

Vas hacia los puertos enlutados deshaciéndote de tus pasos,

de las sombras de tus huellas va emanando una humanidad de hierro.


Caminas con tus ropas destrozadas, a lo largo del camino

la gente te mira, y les dices que vas a expulsar el amor en

ese monte quemado donde todavía se escuchan nuestras

risas; el rito de nuestra paz en los escombros.

***


4. Un horrible holograma del ser

Regresamos expulsados del vacío,

de la risa de la alondra migratoria

que siembra flores sobre los vientos.

Estamos en el punto ciego de la

vida y es la condena brutal del

infinito, buscamos retazos de

palabras,

han sido enterradas en los pozos del desprecio;

una humanidad vacilante que desconoce las imaginaciones

de la redención.

Nacemos para caer, para dar vueltas en el

incierto de las causas, revolvernos en una existencia que no acaba,

vuelves, le mientes a los paradigmas de lo cierto y es el punto

ciego benevolente que tememos y que evitamos en las

reiteraciones del amor; esa pequeña planta de desolaciones

que es un naufragio, una piedra desangrada en el camino danzante.


¿Qué es la muerte?


Un horrible holograma del ser

que se funde en las deshoras de la madrugada,

un fin continuo, una profecía verdadera llena de

iniquidades, la pulsación magistral de lo terrible,

la brisa de la noche,

el final recostado sobre los ojos de un niño de sombras.

Un punto ciego,

donde renace lo que calla.

***


5. Hay un rocío en los parques de la

Ciudad que me habla de un lenguaje

pagano.

Percibo ese rocío en las

personas, en la señora que vende

artesanías, en las mujeres de la

fonda del centro con sus ojos de

sentenciadas a muerte; en el

vagabundo que se echa a la

puerta de la parroquia

escribiendo en un cuaderno el

testamento del fracaso.


Es un rocío que resquebraja la cruz de la catedral,

ese rocío es una profecía en mi largo camino bajo los árboles

secos. El rocío cae como un sol muerto sobre aquellas cosas

oxidadas, inhabitables, sobre infiernos poderosos que nos hacen

reír.


Las luciérnagas se petrifican,

parpadea dentro de ellas una luz

azul.

Sigo su luz, el rocío aniquila mis ojos,

ya camino bajo los túneles susurrando idiomas angelicales 

con ratas, murciélagos, y seres que quieren entonar el réquiem 

de mi sombra. El rocío me asesina,

se me escapa tu palabra como un muerto a la tierra.

La Ciudad ha perdido su fe.

***


Ariel Romero Hernández

Escritor panameño (La Chorrera). Con su poemario Los faroles sostienen la noche ganó el concurso Gustavo Batista Cedeño 2015; con Los hombres de la tierra obtuvo un segundo lugar en los premios del Instituto Panameño de Estudios Laborales (2016), y con Niñez de aire entre la piedra ganó el segundo lugar en el Concurso Nacional de Poesía León A. Soto (2016). En el 2021 gana el tercer lugar en el Concurso Municipal de Poesía León A. Soto con su libro: La tregua es una ciudad ciega lejos del viento. En 2023 gana el primer lugar en el concurso Municipal de Poesía León A. Soto con su libro: Una Canción de intemperie.  Poemas suyos han sido publicados en la Revista Literaria La Maga de la Universidad Tecnológica de Panamá en plataformas digitales como: Mentekupa, Letralia, y Lp5 revista de literatura y arte

Inerte

Miro desde lo alto

esas formas sutiles de la luz

propagando su fuerza sobre las cosas inertes


-como yo-


velo descuidado y tenaz

promueve el destierro de los años

la calvicie del espejo


qué habrá de risa y lágrima

sobre tu recuerdo


qué será de los dientes que te dicen

relámpago o cueva


quizás se despierte aquel deseo incómodo

de vivir a pesar de


sabremos callar entonces

y morder la rabia que nos mata.

GRACIELA SPADARO


JUGAR LA ESPERANZA*


La bola de marfil cayó dentro del casillero y el tiempo retrocedió.

Al conocerla lo comprendió. Federico tenía veinticinco años, el pecho colmado de orgullo, grandes proyectos y suficiente experiencia con mujeres como para reconocer una buena. El casamiento tardó poco en llegar. La pasión mezclada con ternura diluía los sinsabores producidos por los recursos difíciles y escasos. 

El conventillo, donde vivían, estaba lleno de gente buena que se levantaba temprano multiplicando esfuerzos en diversas tareas para llevar el pan a la mesa. Pronto las dos piezas y el baño compartido fueron su hogar y los vecinos, la familia que ambos habían dejado en provincias del norte. 

La mesa larga de los domingos, armada en el patio, convocaba guisos, polentas y en el mejor de los casos genuinos ravioles caseros. Todos los que podían aportaban algo y aquellos protagonistas de una semana floja de trabajo compartían la comida, sin exagerar gratitudes pomposas, porque el pan es la moneda de los pobres. Después de prolongar el almuerzo, animados en charlas politiqueras, los hombres apuraban un tinto con tres barajas en las manos. Mientras las mujeres lavaban los platos entre mates y cuchicheo. 

Desde la galería, recostado en su sillón de caña, envuelto por el aroma denso de la pipa Don Alfonso, observaba a sus vecinos. La mirada abismal, sellaba la entrada al laberinto inexpugnable de un pasado desconocido, aunque vislumbrado para algún caminante del azar. Anciano y solitario, vivía en la segunda habitación de la planta baja. Pocas palabras salían de su boca, siempre certeras, precisas.

-Esta noche péguese una vuelta por mi pieza –le dijo a Federico cuando cruzó para subir al primer piso. Extrañado por la invitación, asintió con la cabeza. 

Cuando las primeras estrellas clareaban el cielo otoñal, Federico apretó los nudillos y golpeó despacio la puerta. 

-Pase muchacho –dijo el anciano apartando su cuerpo con dolorosa renguera. Una cama con la lejana silueta cincelada sobre el colchón. Ropero, cómoda y mesa de luz, abandonados por distintas mudanzas. El clásico espejo francés sumido en deterioro fatal. Un calentador de kerosene entibia con su exigua llama una pava de aluminio tiznada. Y el olor a viejo penetrado en cada cosa albergada allí. Tomó asiento en un banco por indicación de Don Alfonso, quien sin más preámbulos comenzó: 

-Me enteré que su Rosa está preñada. Flor de problema tienen ahora. ¿Cómo decirle que no lo habían pensado así? Estaban contentos, pero… el viejo tenía razón, en poco tiempo ella no podría ir a limpiar y con el sueldo de él… -Si quiere, lo puedo ayudar. Me parece un muchacho leal y es lo que ando buscando. Decente y reservado. Sí, creo que Ud. es el indicado. Se restregó las manos, mientras un intenso rojo teñía sus mejillas. -Necesito que me hagan el recorrido del docke, con esta pierna ya no puedo. Son cuatro almacenes, tres panaderías y una verdulería. Tiene que pasar a las diez de la mañana, al mediodía, a las tres y a las nueve de la noche. Me trae acá los papeles y yo le pago por jugada. ¿Cuánto gana en el puerto? No tuvo vergüenza al decirlo, sabía que era poco pero no había conseguido otra cosa. -Conmigo va a ganar por semana lo que saca en un mes por cargar las bolsas. Las cuotas de la cuna, una estufa de garrafa… - ¿Puede empezar la semana que viene? Se dieron la mano para sellar el trato. 

Durante los primeros meses disfrutó el nuevo trabajo, no le dolían la espalda ni los brazos y tenía tiempo para abrazar a Rosa y el vientre que crecía. El viejo le tomó más confianza y lo puso a cargo de los pagos en todo el recorrido. Con sorpresa veía como si alguien ganaba jugando un número a la cabeza obtenía setenta veces lo apostado. ¡Y era tanta plata…! Cuando nació su hijo, para festejarlo jugó la fecha en la quiniela de la mañana y la tarde. Como no salió, insistió con la vespertina y la nocturna. Al otro día, repitió la jugada, ¿no es que los hijos traen un pan bajo el brazo? Al tercer día, jugaba también a los premios, tal vez recuperara lo apostado. 

El quinto día en la nocturna salió a la cabeza el dieciséis y ese triunfo renovó el anhelo, pero también multiplicó las ansias de Federico. Una corazonada, un sueño suyo o de Rosa, la caída de un vecino, un accidente, pisar excremento, ver un pájaro, casamientos, nacimientos y defunciones; todo era una señal, un número que debía jugar. 

Hubo días en que pidieron prestado para comer, vecinos que no saludaban por temor al reclamo del pago, invariablemente postergado, del eterno último préstamo. 

Hubo días de sándwiches de miga y champagne, de zapatos caros o algún juguete de moda. Miles de veces se juraron amor eterno y otras tantas ella amenazó dejarlo. Con el correr de los años llegaron a comprarse una casa con jardín, un auto y tuvieron vacaciones en el mar. Federico pasó de la quiniela a las carreras, de la misma forma que de éstas a la ruleta. Todos los juegos permiten ganar y él se tenía confianza. De algún modo sabía que era un ganador innato, se trataba de tiempo, sólo debía esperar el momento. Mantuvo intacta la fe a los treinta, a los cincuenta. 

Después… las hipotecas. Las pérdidas irrecuperables. El cansancio de Rosa y esa pena que con gusto amargo le subía por la garganta, sin gritos ni llanto, sólo la tristeza de sentirse vencida y la angustia inevitable por el hijo, que había partido en busca de sus propios sueños, alejándose con rencor. Siguió creyendo que podía lograrlo a los sesenta, a los setenta.

Después… el abandono. Ni esposa, ni hijo, ni techo. Sólo la cama con su silueta cincelada sobre el colchón. Ropero, cómoda y mesa de luz, abandonados por distintas mudanzas en un viejo conventillo. Y ahora la bola de marfil cayó dentro del casillero y a él le latió el corazón muy fuerte en el pecho, con la esperanza, la renegada esperanza, la última esperanza de agarrar un pleno.

*Del libro LAZOS


***


EL PRECIO*


Se sentó en el ángulo más oscuro del bar. Desde allí podía ver las rústicas mesas, el techo abovedado de gastados ladrillos. De las paredes descascaradas colgaban sillas, sifones, teléfonos de manivela y hasta una colección de abanicos, como pronunciando conjuros tardíos, reteniendo un tiempo fundido en humedad. 

En una reducida tarima de pinotea se amontonaban un guitarrista y el cantor que también tocaba algunos instrumentos de percusión.  

Un vodka doble sin hielo, pidió a la joven cuando estuvo cerca. La música desbordaba desde el escenario, fluía hasta cada mesa y regresaba en los estribillos entonados fervorosamente por la gente del lugar. Cada pausa, cada silencio del cantante se volvía amasijo de voces y ansiedades hermanadas en improvisado coro. En cada compás se sellaba un pacto, se renovaba una callada promesa.

Primero fueron pequeños sorbos, acompañando una pitada del cigarrillo negro. Después tragos largos sintiendo el calor en la garganta, deseando que ardiera en su pecho.

Mara levantó el tercer vaso vacío y miró a través de él. Todo se veía más lejano y pequeño. Las caras se distorsionaban en absurdas proporciones. Sólo los colores permanecían fieles bajo esta nueva mirada.

Sintió calor, se quitó el pullover. Vio que debajo de la remera los pechos seguían hinchados, pensó que pronto se le pasaría. Había transcurrido solo una semana, instintivamente llevó la mano a su vientre, ligeramente curvado, absurdamente vacío.

La algarabía, contagiosa, se manifestaba en palmas y rítmicos movimientos de caderas. Con extraños gestos la gente bailaba sentada, trascendiendo el límite impuesto por cada silla, liberándose con cada ademán. 

Revolvió con los dedos el hielo del vaso de ginebra, cambió de bebida para gastar menos. Costos. ¿Acaso todo se reducía a eso?  Julián le había dicho “no podemos – agregando enérgicamente –no queremos”. Y ella desde la maraña de su cabeza y su cuerpo no pudo contestar. No se atrevió a pagar el precio. 

Se apretó las sienes fuertemente hasta dejarlas marcadas, a través del humo veía caras dentadas explotando en carcajadas de opereta. Caras enrojecidas. Roja la sangre que había brotado de su cuerpo, incontenible, urgente. Aún permanecía en sus oídos el ruido de la sirena y se sucedían la ambulancia, los rostros extraños, el quirófano, las palabras sin sentido.

Se fue encogiendo en la silla, sumergiéndose. La música parecía más lejana. Los párpados rebeldes rehusaban sus órdenes y se cerraban.  Todo se diluía, como la vida que no fue, como el deseo que no despertó o la batalla que se negó a pelear.

-Hey… -un joven le apretaba el brazo –tiene que irse … estamos cerrando

Miró alrededor, estaba oscuro, apenas una lámpara en la puerta permanecía encendida. Alguien estaba subiendo las sillas sobre las mesas. Sintió asco, un profundo asco y finalmente pudo vomitar.

*Del libro DETRÁS DE LAS MÁSCARAS

***


GRACIELA SPADARO

Ha desarrollado una destacada carrera docente, ocupando cargos de Profesora en Matemática, Cosmografía, Informática y Licenciada en Enseñanza de las Ciencias. También fue Jefa de Departamento y Directora en un establecimiento secundario. Su pasión por la escritura la llevó a publicar tres libros de cuentos breves: “Detrás de las Máscaras”, “Lazos” y “Cubilete del Tiempo”, además de un cuarto, “Después del Umbral”, en proceso de edición para 2025. Sus cuentos aparecen en varias antologías de la SADE y otras instituciones. Participó en talleres literarios, programas radiales y organizó cursos para docentes en Avellaneda. Como jurado en concursos literarios, ha sido reconocida con premios en certámenes nacionales e internacionales. Sus obras se han utilizado en instituciones educativas y ferias del libro. Desde 2010, asiste a ferias del libro y colabora en programas radiales y podcasts, promoviendo la literatura y la educación.


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