1. La Muerte es una repetición de lo constante. Lo constante es el infinito,
y el infinito es la madrugada que se extiende como una espada de hielo entre los edificios.
La Ciudad es funesta porque tu nombre se ha ido.
Ni siquiera el silencio se atreve a posar sus alas en su seno. Tu nombre se ha escapado hacia las montañas longevas.
Ahí las luciérnagas erigen sus lamentaciones
con la noche taciturna, con el rio mudo y toman la forma de la montaña como la señal de auxilio de un país triste que el cielo va engullendo.
Los muertos saloman entre los bejucos.
En esta noche se está ciego
y de alguna forma los sonidos tropicales son el idioma del amor perdido entre el rastrojo.
Está tu rostro con el signo de una palabra explosiva.
Los merachos lloran sobre las aguas donde tu espíritu se hunde.
Las luciérnagas susurran el secreto angelical que crece en la montaña.
Los hombres del otro lado del río están tan vivos como tu muerte
y la lluvia perdida no regresara para acariciar sus sombras presidiarias. Estás en la inmensidad, ya ni la penumbra resiste tu silencio.
Todo ha acabado:
Los caminos de tierra te dan la palmada definitiva, el rio es mudo,
la montaña es un haz de luz que las luciérnagas profesan,
los hombres perdidos levantan tu hogar de madera y cruzan el río del nunca jamás, los duendes inclinan la cabeza,
la montaña emite el último lamento,
Dios calla y a veces sonríe;
los hombres cruzan el río con tu hogar a espaldas,
con la certeza mortuoria de que el río los condenó a la lejanía.
***
2. Las despedidas
se acumulan en libros
desolados.
La reiteración de lo que ha acabado subsiste en pequeñas gotas de lluvia
que son deidades,
máscaras
quebradas,
pasadizos tétricos,
cucarachas que vomitan noche
en los callejones,
algún habitante que derrama su sangre
como una tormenta que arrasa con tus pasos;
aquella mirada de la tierra que es un cielo que perdió sus pies.
Ahora lloras la partida de quienes han besado tu rostro,
y lo sagrado del ayer remueve sinfonías de mariposas negras que callan en las paredes.
Tomamos su alfabeto, acariciamos la historia de sus vuelos con la lluvia,
tocamos su fe alada que solo es una profecía de lo imposible.
¿Cuántas veces retomamos la inmortalidad que yace como un cadáver en el silencio más
hermoso de la madrugada?:
La lágrima que cae tras la ventana, seres
que vigilan las esquinas, el frío que
explota sobre las ánimas.
El final irremediable; callejones abandonados por sus nombres.
La Ciudad triste que los árboles esconden, el
barrio pobre con su túnica de polvo donde
empezaste la ruta: más allá está un niño con
una pala, cavando los regresos.
***
3. El rito de nuestra paz
Hay un aguacero que navega en tus huesos,
tienes frío, y tu miedo es un miedo parecido al de la muerte;
le temes a la existencia de lo que se apaga,
lo irredimible transformado en una canción de
intemperie que va hollando los rastros de tu idioma.
Tocas tus alas y no quieres olvidar el vuelo sobre la ciudadela de sangre,
ahí los pájaros del trópico te enseñan que el odio no lo escogemos.
Vas hacia los puertos enlutados deshaciéndote de tus pasos,
de las sombras de tus huellas va emanando una humanidad de hierro.
Caminas con tus ropas destrozadas, a lo largo del camino
la gente te mira, y les dices que vas a expulsar el amor en
ese monte quemado donde todavía se escuchan nuestras
risas; el rito de nuestra paz en los escombros.
***
4. Un horrible holograma del ser
Regresamos expulsados del vacío,
de la risa de la alondra migratoria
que siembra flores sobre los vientos.
Estamos en el punto ciego de la
vida y es la condena brutal del
infinito, buscamos retazos de
palabras,
han sido enterradas en los pozos del desprecio;
una humanidad vacilante que desconoce las imaginaciones
de la redención.
Nacemos para caer, para dar vueltas en el
incierto de las causas, revolvernos en una existencia que no acaba,
vuelves, le mientes a los paradigmas de lo cierto y es el punto
ciego benevolente que tememos y que evitamos en las
reiteraciones del amor; esa pequeña planta de desolaciones
que es un naufragio, una piedra desangrada en el camino danzante.
¿Qué es la muerte?
Un horrible holograma del ser
que se funde en las deshoras de la madrugada,
un fin continuo, una profecía verdadera llena de
iniquidades, la pulsación magistral de lo terrible,
la brisa de la noche,
el final recostado sobre los ojos de un niño de sombras.
Un punto ciego,
donde renace lo que calla.
***
5. Hay un rocío en los parques de la
Ciudad que me habla de un lenguaje
pagano.
Percibo ese rocío en las
personas, en la señora que vende
artesanías, en las mujeres de la
fonda del centro con sus ojos de
sentenciadas a muerte; en el
vagabundo que se echa a la
puerta de la parroquia
escribiendo en un cuaderno el
testamento del fracaso.
Es un rocío que resquebraja la cruz de la catedral,
ese rocío es una profecía en mi largo camino bajo los árboles
secos. El rocío cae como un sol muerto sobre aquellas cosas
oxidadas, inhabitables, sobre infiernos poderosos que nos hacen
reír.
Las luciérnagas se petrifican,
parpadea dentro de ellas una luz
azul.
Sigo su luz, el rocío aniquila mis ojos,
ya camino bajo los túneles susurrando idiomas angelicales
con ratas, murciélagos, y seres que quieren entonar el réquiem
de mi sombra. El rocío me asesina,
se me escapa tu palabra como un muerto a la tierra.
La Ciudad ha perdido su fe.
***
Ariel Romero Hernández
Escritor panameño (La Chorrera). Con su poemario Los faroles sostienen la noche ganó el concurso Gustavo Batista Cedeño 2015; con Los hombres de la tierra obtuvo un segundo lugar en los premios del Instituto Panameño de Estudios Laborales (2016), y con Niñez de aire entre la piedra ganó el segundo lugar en el Concurso Nacional de Poesía León A. Soto (2016). En el 2021 gana el tercer lugar en el Concurso Municipal de Poesía León A. Soto con su libro: La tregua es una ciudad ciega lejos del viento. En 2023 gana el primer lugar en el concurso Municipal de Poesía León A. Soto con su libro: Una Canción de intemperie. Poemas suyos han sido publicados en la Revista Literaria La Maga de la Universidad Tecnológica de Panamá en plataformas digitales como: Mentekupa, Letralia, y Lp5 revista de literatura y arte
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