I
Prescindiste de la eternidad
por los acertijos
que buscan la piel tejida
por el tiempo,
a encontrar en tu pecho
la semilla de un jardín
regada por las lágrimas
de la noche.
Decidiste escribir
en los pétalos del girasol
las historias
que se esconden bajo las piedras,
lugar donde nacen nuestras sombras.
Te desnudaste
bajo los ojos abiertos de la noche
y la penumbra te descubrió en un espejo
en un cuarto olvidado por los dioses.
***
XVI
¿Quién habita esta soledad
en la que el árbol presiente su muerte
y los pájaros vuelan a las estrellas?
¿Quién sopesa la angustia de las ramas
al enfrentarse a una noche sin cielo
o al aullido del lobo
que sabe leer las partituras del viento?
¿Quién visita la habitación del tiempo
donde se encuentra tu cuerpo desnudo
entre los despojos de la fugaz caligrafía
que inútilmente hace crecer mis manos
para acariciar su sombra?
A través de la ventana
el árbol habita los recuerdos
guiado por los pájaros que construyen la mañana
para heredarnos su canto y la libertad del vuelo.
***
XXI
[...]En las montañas, entre los árboles más jóvenes,
/allí lo haremos. Cuando caiga la noche /y la luna de plata
cante sobre la cerca caída, lo haremos.
Jader Rivera Monje
Creo en tu cuerpo que bebe la luz
engendrada en la memoria.
Creo en el refugio de una antigua aldea
en la que sus calles humedecidas
abrigan al ave que crece en silencio.
Creo en otro cielo
en el que brota la amapola,
y su olor guía a la mariposa
que no teme despertar un jardín
adormecido.
Creo en la palabra
que se escapa
de la mirada triste de la muerte
para disipar las sombras
del lugar en el que tu cuerpo
cumple la promesa.
***
XXV
Buscarte en el espejo,
intentar descifrar
en tu rostro los ojos del tiempo.
Aprender a escuchar las palabras
que mueren en tu garganta,
a tocar tu reflejo mientras los cisnes
sobrevuelan el silencio,
a escapar de las ruinas de un lago
que se reconstruye cada mañana.
Quise descubrir el olor del atardecer
de un mundo que desaparece
en la comisura de tus labios.
***
XXXI
Esa ya no es su casa/sino los altos muros de su tumba.
Hernán Vargascarreño
Escucho el tiempo
entregarme las estrellas
y convertir en óleos su luz.
Vigilo el caer de la luna
que seducida por el abismo
se desprende de la memoria
y cae en mis manos.
Le quito la oscuridad a la noche
y en ella pinto los pájaros
que alimentados con mis recuerdos
se posan en el viento.
***
III
Tu cuerpo cansado
de caminar en el desierto
se embriaga con un vino hecho del río
donde las piedras lloran en silencio
y le arrebatas el vacío y su misterio
para reconstruir tu rostro.
En la oscuridad dibujas el cielo,
haces tuyo el bosque en el que dios soñaba
la creación del universo.
Ahora, tu cuerpo desnudo
renace en la geometría del viento
para negar el abismo.
***
VI
Tus ojos, cavernas donde nacen
las raíces interminables del viento,
encuentran en las flores un dolor
que se levanta de un jardín
resquebrajado dentro de tu cuerpo.
Escribes las ruinas de la noche
y una luz te muestra los senderos
de la memoria.
Tú cantas y un ave entierra el fruto
que te conduce al destierro.
Arrullas al tiempo para detener su caminar
frente a los amantes que se entregan
donde la muerte ve su reflejo.
***
VII
Estas montañas tejen el cielo
ocultando en las estrellas
los secretos de las piedras.
A lo lejos, un árbol llora al ver
un ave enfrentarse a su primer vuelo.
Ahora, los montes callan
mientras entregan la muerte del sol
para poder escuchar el canto revelador
de una casa abandonada.
El viento trae el olor ancestral de tu cuerpo,
heredado de la fragancia que trajo
la desnudez un ángel, y sobre tu piel
veo florecer la mañana
que se niega a mirar la casa vacía.
***
XVIII
El árbol sueña
con las manos del carpintero,
le entrega su piel
en el otoño estéril de la memoria.
El árbol cierra los ojos
cuando el cincel
talla sus labios.
Un frío invade sus huesos
al descubrirse siendo puerta
en el baúl donde mi sombra
teje una trampa para la muerte.
***
XXVIII
El viento vigila la casa del ave
que con sus alas abiertas espera la noche;
su canto es alimento para las hojas
que aguardan el nacimiento del árbol.
Entre sus huesos lleva la soledad
heredada de la semilla del tiempo.
El ave en vano busca descanso en el árbol
donde los amantes encontraron
el origen del silencio.
***
XXX
Si te miras al espejo
sentirás las lágrimas de las flores
que se marchitan en lugar de tus ojos;
escucharás la súplica de los árboles
que envejecidos entregan sus frutos
para alimentar tus labios.
Oirás el aletear de los pájaros
que con sus cantos incuban el tiempo
en los pliegues de tus párpados.
Si te miras al espejo,
vuelve al olvido y trae de allí
el marco que sostiene tu rostro.
***
PEDRO GIRALDO SÁNCHEZ
Normalista Superior de la Escuela Normal Superior de Villahermosa (2014). Licenciado en Lengua Castellana de la Universidad del Tolima (2020). Integrante del Grupo de Investigación en Literatura del Tolima adscrito a la Universidad del Tolima y docente de tiempo completo de la I.E.T. General José Joaquín García Sede La Cristalina de Casabianca. Ganador del Concurso de Poesía Ibagué Literaria (2022) y mención en el IV Premio Nacional Plenilunio de Poesía Leopoldo de Quevedo y Monroy (2023), es autor de los libros La melodía de la espera (2022) y La vigilia del viento (2024) publicados en Ediciones Exilio, coautor del libro La escuela total(2015) de la Editorial Universidad de Ibagué y Tres temas de la novela colombiana contemporánea (2023) Editorial Universidad del Tolima. Poemas suyos han sido traducidos al italiano y al rumano.

Bellísimos poemas!! Es un viaje mágico leerlos!!! Mis enormes felicitaciones!!!
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