JUEGOS DISTÓPICOS
El título de esta historia es engañoso. No se refiere al juego de creación colectiva usado por los surrealistas para componer textos: alguien escribe unas líneas en una hoja de papel y se la pasa al siguiente jugador, quien solo puede ver el final de lo que escribió este, y así hasta que se obtiene un producto propio del azar y los aspectos incontrolados de la creación. En la novela de Agustina Bazterrica se le llama así a un juego en el que los niños imaginan cuán exquisito sería comerse a las personas que tienen cerca: a mayor imaginación, más exquisitez. Un juego que no tiene un fin estético, sino perverso y secreto. Esta novela desarrolla un mundo distópico y caníbal con una fuerza e imaginación muy poderosas, narrado, además, con mucha solvencia y claridad. Los lectores vemos hacerse realidad, con extraordinaria verosimilitud, aquello que sospechamos podría ocurrir en un futuro inmediato, si sigue la superpoblación y los alimentos y el agua se vuelven escasos.
La novela se conecta, de un modo indirecto, con el cuento 'El carrito' de Mariana Enriquez, en el que el canibalismo se practica para sobrevivir y no para controlar a una sociedad que crece sin límites y hay que comerse los unos a los otros. Los animales no humanos ya no se comen porque han sido, sospechosamente, presas de un virus del que nadie quiere contagiarse, por lo tanto hay que deshacerse de ellos. Como en toda sociedad negativa y alineada hay un disidente: Marcos Trejo. Él parece ir a contracorriente de las normas y los hábitos, hasta que descubrimos que el es tan egoísta y utilitario como todos los demás. Novela cruda, directa, que remueve y desestabiliza nuestras más profundas y viejas creencias: animales pensantes, de lenguaje, sociables y solidarios. ¿De verdad?

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