¡HAY QUE VESTIRNOS DE NEGRO!
Las artes y la delincuencia siempre han florecido juntas
(J. G. Ballard)
La ciudad se funde en la hoguera,
la hoguera se ciñe de personas,
las personas se alimentan de pólvora
para sacudir la rutina y medir el afán
de no dejar un solo perro con vida.
El plomo visita la tierra
y el hedor de su aterrizaje
acribilla lo apacible
de mecerse con la muerte,
una muerte que se aloja de forma natural.
El bailoteo de la muchedumbre
aplasta la vida con una sola pierna,
afirma su peso como estatua
encima del despojo que ahora es.
El muro de cristal en contra de nosotros testifica
los que no hemos perecido
ante el reinado de los poderosos,
nos hace tropezar para hincarnos
ante sus coronas fundidas en maldad.
Nos trepamos a las lápidas
per-fo-ran-do el vuelo del ataúd de un conocido.
B
a
j
o el cerro una vez más,
por última vez.
Me lanzo para volverme piedra
junto al polvo que me parió.
Des
cien
do de su pen
dien
te,
hacia la corte de violetas y gardenias
vueltas incienso para disfrazar
la pestilencia que dejan las almas al partir.
Hay que vestirnos de negro,
hoy que aspiramos la putrefacción de un cadáver,
¡HAY QUE VESTIRNOS DE NEGRO!,
por los que yacen en un ataúd
y por los ajenos que llevan días en el desierto.
***
Las últimas palabras
Hace tanto la soledad que las palabras se suicidan
(Alejandra Pizarnik)
Carne voraz que lee,
Imagina y escucha.
Corazón bombeando éxtasis
hacia todo tu ser.
Tu lengua bañará estas palabras de saliva
y quizás también tus ojos lo harán de llanto
al pronunciarlas en voz alta.
¡Entérate! Estas palabras son las últimas
de todo este repertorio de dolor
que se amontonó con el tiempo.
De este mundo, de esta noche
en la que sello el camino hacia la hoguera,
he de llevarme el temor
sembrado en el pensamiento,
la inquietud de no encontrarte en la profundidad
de aquel sueño póstumo a la dolencia de vivir.
He decidido emprender un viaje
astillado de placeres no provistos
por esta noche que hunde su negrura
entre mis vísceras.
No hay espacio para mí en este mundo.
En el más allá, las gaviotas
arrearán mi espíritu hacia el mar,
me desnudarán de mi antiguo yo.
Esta insuperable realidad
me descompone en segundos
y yo aspiro a vivir la fiesta de mi funeral
a costa de mi propia vida.
No insistas, Julio.
Anhelo que mi alma atraviese el ataúd
para succionar los rostros de la gente.
Anhelo que mi boca se llene de las flores
que en vida jamás recibí.
***
El arte de la noche
Noche, insondable noche.
Al tiempo que resbala tu estela de inframundo,
camuflo mi cuerpo entre el fino ropaje que vistes.
Te apoderaste de las calles, de la ciudad,
de las avenidas, de las plazas
y de los parques con niños en columpios.
Las mentes de esos niños serán el lienzo
sobre el cual has de explayar tus sucias artimañas.
Heriste con flechas de ébano
las cortinas de luz del mediodía.
La tierra se volvió un mugido constante
donde un amplio río de mercurio
empapó de ceguera la vida de los pobres,
de mujeres con sus hijos y animales.
Una vez más
la faena del reloj imanta las pinzas de la noche.
Se injerta como tatuaje de niebla en las pupilas
y ordeña los sueños del más inocente.
ALEJANDRINA MANCILLA NUÑEZ
(H. Caborca, Sonora, 1999). Licenciada en Derecho por la Universidad de Sonora, promotora cultural independiente en su natal Caborca, directora general de Revista Literaria Perlas del Desierto y autora de poemas. Se ha formado en el quehacer literario en la Escuela de Escritores del Instituto Sonorense de Cultura y en otros talleres libres. En 2019 obtuvo un reconocimiento de participación destacada en el I Concurso Internacional de Poesía Rima Jotabé: La marimba canta en jotabé (Embajada de México) y en el 2022 fue una de las ganadoras de la convocatoria Inubicables Calling (Inubicables Poesía). Es coautora en varias antologías de poesía.
Página web de Revista Literaria Perlas del Desierto
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