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GABRIEL URCIUOLI

El lector


Yo, que he vivido tantas vidas y he muerto tantas muertes, he dejado de ser yo. Diluido entre las páginas de cientos de libros ha quedado aquel que fui. Y de entre esas mismas páginas surge cada día el que mañana seré: víctima o verdugo; príncipe o mendigo; pájaro o gusano.

Tú, que vives ahora mi vida leyendo estas palabras y que morirás un poco en mi punto final, diluido entre estas líneas, dejarás de ser tú y me llevarás contigo. Juntos seremos mucho más que un simple “nosotros”, y juntos recorreremos este absurdo y maravilloso camino hacia la nada.

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Libertad


Abrió con su propia llave la puerta de su propia casa. Un escalofrío le recorrió la espalda. Se acabaron los barrotes en la ventana, pedir permiso, esperar a escuchar el clic del mecanismo automático y agachar la cabeza al pasar junto a un carcelero.

Entró en su nueva casa. De una sola mirada la vio entera. Recorrió los tres metros que separaban la entrada de la única ventana y la abrió. Frente a él, casi pegado, un inmenso edificio igual al suyo. Miles de idénticas ventanas hacia un lado y otro se perdían en la lejanía. Levantó la cabeza y no consiguió ver el cielo.

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Aislado


Me echaron de la casa con lo puesto. Durante días deambulé como un zombi por la superpoblada ciudad. Comía hierbas e insectos en los parques y dormía allí donde caía agotado. Poco a poco fui saliendo de mi estado de estupor. Encontré un lugar protegido y con cartones construí mi hogar. Aprendí a aprovechar todo lo que encontraba en la basura para cubrir mi supervivencia.

Han pasado los años. Mi barba y mi pelo crecen sin control. A veces llego hasta las afueras de la ciudad, miro hacia esa inmensa nada que la rodea y enciendo una gran hoguera. No pierdo la esperanza de que vengan a rescatarme.

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La respuesta


Entre el tanatorio y la oficina de objetos perdidos hay un túnel secreto que los comunica. Un guardián custodia el paso día y noche. Los muertos llegan buscando su alma perdida. Las almas, buscando su muerto. Para pasar de un lado al otro, almas y muertos han de responder a una sencilla pregunta: ¿se puede soñar que sueñas que estás soñando? A quien responde que sí, se le niega el paso. A quien responde que no, también. Nunca nadie ha pasado de un lado al otro.

— ¿Y cuál es la respuesta? — se me ocurrió preguntarle al guardián.

— Depende — me respondió y me dejó pasar.

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Equilibrio


Estamos en paz. Dice nuestro psicólogo que hemos alcanzado el equilibrio; pero todo equilibrio es, por definición, precario. Así que luchamos a brazo partido por mantenerlo. Nos hemos dividido las tareas de defensa y parece que funcionan: primero pusimos la barricada en la puerta de casa y fuimos eliminando desde la terraza a los vecinos que entraban al portal; después trasladamos la barricada al portal y desde allí eliminamos al resto de vecinos del barrio; ahora la barricada está en la entrada al barrio y hace tiempo que nadie se acerca ni siquiera a retirar los cadáveres.

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Círculo


Por si me pasa algo le dijo entregándole un sobre cerrado, y sin más explicaciones dio media vuelta y se fue. Desconcertado, sujetando el sobre, vio cómo desaparecía entre la multitud. Miró aquel objeto por un lado y otro, ninguna señal, era un sobre blanco, cerrado… de pronto sintió un escalofrío por todo el cuerpo y el terror se apoderó de él, el sobre temblaba en su mano, supo que algo maligno contenía. Buscó, desesperado, a su alrededor, se dirigió a la persona que más cerca tenía y entregándole el sobre le dijo “por si me pasa algo”, dio media vuelta y se perdió entre la multitud.

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Inquietud metafísica


No había flecha que le pudiera hacer daño, caminaba con la altanería de quien se sabe invulnerable y ya prácticamente ningún valiente se atrevía a desafiarle.

Hasta que un día ocurrió un hecho insólito: una niña de unos 5 años se le plantó en frente con los brazos en jarra y le dijo “¡no te da vergüenza!” … quedó desconcertado; esperó que la niña continuara la frase, ¿qué debía darle vergüenza?... pero la niña no dijo nada más, solo quedó allí mirándolo con el ceño fruncido durante un eterno minuto hasta que dio media vuelta y se fue.

Desde entonces camina cabizbajo preguntándose qué sentido tiene la vida.

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El inquilino


Yo, que he vivido tantas vidas, ahora voy a vivir la tuya. No te asustes. No voy a hacerte daño. Ni siquiera te molestaré. Solo necesito un pequeño hueco donde instalarme dentro de tu cerebro.

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GABRIEL URCIUOLI

(Mar del Plata – 1968). En palabras del propio escritor:

Si bien siempre he tenido una especial relación con la palabra, hace apenas 3 años que escribo con intención de hacer literatura. No tengo estudios especializados (ni no especializados): mi universidad es el medio siglo de lecturas que me acompañan y, cómo no, la vida misma, que me hizo nacer en Argentina y criarme y crecer en España (lo que, creo, le da cierta singular perspectiva a mi visión). En el corto espacio de tiempo desde que traspasé la difusa frontera entre lector y escritor, mis textos me han dado alegrías totalmente inesperadas: 4 veces finalista en el prestigioso concurso Relatos en Cadena de la SER y otras 4 en el Certamen de Microrrelatos Ilustrados de la Universidad de Jaén; ganador del IX Certamen de Microrrelatos del Ateneo de Mairena del Aljarafe; ganador del I Certamen de Cartas de Amor y Humor de la Biblioteca de Aledo; jurado en diversos concursos; director del Concurso de Microrrelatos de Radio Tv Lavapiés y miembro del Colectivo Internacional de Minificciónes.

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