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JOSÉ LUIS GALARZA

Incienso que desprende el silencio


Los seres luminosos 

pactan con una mirada. 

Las estrellas son cómplices,

un guiño reboza de plenitud.

La luz refleja el patio 

contiene las notas musicales, 

pléyades de deseos.


El valle recibe sus cuerpos,

hay tensión en esa historia. 

Regresa y la distancia desaparece, 

un guiño basta,

y otra vez retoza en el valle.

Con el piano de la memoria 

absortos en silencio se estrechan.


El viento y el silencio son cómplices

y son testigos de la urgencia.

La vibración escrita en el silencio,

es la leña de mi vida, caos y armonía.


En el aire crispa la ventura.


El incienso de nuestras presencias

nunca se desvanece.

***


El deseo no deja descansar 


Las nociones se me escurren.

La variación es lo que siento,

la imposibilidad de encerrar

la alegría en una cápsula.


Crezco con una voz, 

con un cántico,

y la prisa de las oraciones,

parecen ríos caídos del cielo.

Tiendo tan sólo a bañarme, 

no acepto anclarme en la playa.


El deseo siempre conduce 

hacia la utopía que está

en el movimiento que persigo,

es como un conejo 

saltando en el pastizal.


Sólo logro perseguir 

el viento que fue rompiendo.

Las ondas que persigo

son notas musicales,

están en la naturaleza.


Me pongo en movimiento 

con este diálogo

que sube su color 

con la intensidad del campo, 

con la resonancia musical

de los campos.


No dejo de jugar en los campos,

el compás es como el pulso.


El doctor quiere escuchar mi música,

siento que está llegando una visita,

tiene un aspecto indescriptible,

deja pistas que son migajas

por las que vienen las hormigas.


Ya viene el tren de hormigas

y el peso que trae, el reflejo

también me ciega por un instante.


Hay un desvío. Y otro. Repetidamente,

extravío la meta en ese bosque

que está plagado de hormigas.


La nostalgia de esa imposibilidad

está escrita en mis ojos,

también la tormenta que se avecina,

que no soportaría ninguna hormiga,

el apocalipsis por haberme ocultado

el rostro bajo mis manos, 

por haber engendrado esta impotencia.


El tiempo no quiere devolver 

el sol y el rostro de la hormiga,

la lupa está deshecha en el camino.


Se terminó una temporada 

en la que te encontraste con el amor, 

el tiempo tiene una muerte segura, 

porque está la complicidad

de lo fugaz tramando que las cortinas

no pierdan el bordado sendero.


La silueta pequeña de los hacheros

con la carga preciada, 

reciben las señales de bondad

de una nueva jornada. 

Cuando las espigas dejen de caer

sobre la tranquilidad del bosque

y reine la parsimonia,  

la ocupación de un lugar,

tendrá la fuerza de la curiosidad.


Encerrando en la esfera de vidrio

este sentimiento, sujeta el universo.

Las amarras son el tormento,

el devenir, encuentro, contención.


En la prisa de la siguiente nota

el deseo no deja descansar.

***


El vestido blanco de tu sonrisa


Estará aquí la resonancia de cascabeles,

el abrazo que alivia el temor,

tu mano abierta en el reposo.


El antídoto es el recorrido abierto.

Un campo está en la apertura 

de la risa, insinúa que no puede irse

y mi cuerpo sueña con la danza.


El cuerpo tiene la necesidad 

de no ser indiferente a tu música.

Cuando el llanto ya no tiene remedio

vos tenés la gracia siempre predispuesta

de los besos que despiertan el deseo

de no saber nada de lo que sucede.


Un regreso que ya tiene la música

en una simple palabra que roba

a las circunstancias la forma.


Tiene la palabra niña el sol amplio

que tu infancia preserva, un campo 

con perfumes silvestres de la siesta 

y el jugo de las frutas.


Sólo puedo sumarme a este espacio

y recorrerte con el sol que me crece

a medida que me interno 

en esta danza campestre


La palabra es el campo,

descompone la esencia de la irrupción

por la que le damos vida.

La sonoridad que recupera me sorprende,

porque a veces parece tan delgada

la palabra formal y viniste así 

encadenando la sorpresa 

abierta en tu mirada 

y en el rostro que no pierde nada 

de lo que le sucede a la niñez.


El tiempo no puede perderte,

el contagio esparce la irreverencia

que no puede perderse cuando es lanzada

como sapito por la superficie de una jornada.


Y encendida la crudeza, el desnudo

que corta el tiempo y susurra,

el viento queda en mi hogar con la dicha

que nadie puede reemplazar.


Uso la alegría de tus palabras, 

la sonrisa abierta también en mi vida,

y puedo contar contigo, sé que retienes

un aura, pese al dolor, puedes entender

que esta conciencia de que en el aire

arremolina la experiencia

renueva la intensidad,

el tiempo retoma las agujas palpitando 

que no falta nada, pero nada, nada falta,

porque dejas este abrazo,


Tiene él cerca la sensación 

de que hasta este punto todo tiene 

la pérdida de los motivos que puedan

resultar más dolorosos,

hasta este punto todo tiene la forma

de una madre.


Retuerce el dolor, 

el dolor es más calor o color,

en la mínima oportunidad aparece

la renovación del paisaje.

Tienes a mano esta metáfora

que abre tan inmensa, 

inamovible en el rostro la esperanza. 


Siempre puede ser así, 

oyendo burbujas el susurro queda prendido.


Cuando escuchas con esta espera

no quieres desprenderte.

Las palabras permanecen en una canción 

en libertad esparcidas 

con la gracia de las burbujas.

Aunque parezcan lágrimas,

es la incontenible sensación 

que remueve un espacio,

apuntala la atmósfera para los tres.

El concierto reúne todos los tonos,

los juegos retienen el néctar de los días

y es la sustancia de la que nos hicimos.


Es que también te invade la tristeza

y te encuentro con sus brazos ahora.


Ahora es su risa y la mía, 

ahora la fuerza está en su cuerpo, 

que no cae tampoco ahora.

Ahora y nunca, porque ahora entiende.


Entiende

como lo entendí cuando noté que algo ocurría

en silencio con nuestro amor.

 

Entiende

cómo el tiempo lo puso en un lugar 

que tu amor estuvo pensando.


Es que empiezas a entender y lo comprendo

cuando se engarzan las piezas 

produciendo la contención y la humanidad,

temblando en la intemperie de las personas.


Puedes llorar, y lloro en la orilla.

Contemplo el gran lamento desde la orilla.

La música está cruzando las laderas.


Él no necesita que le digas qué estás escuchando,

él está temblando también frente a las teclas,

porque en alguna parte está nevando.

El frío intenso helando los dedos 

no los deja sin movimiento 

en el sendero impredecible, 

en la dirección que ambos nos convertimos 


En ese culto 

con un lenguaje que nos sale 

con lentitud y pausas 

nos embarcamos con el anhelo 

de que se engarcen los sonidos, 

el campo y la libertad.


Está en tu boca, en los espejos,

en las manos, el sol que nos acompaña.

La emoción es un libro intraducible 

que sucede en cuestión de segundos 

con el blanco radiante 

de la sonrisa que ocupa y viste tu rostro.

***



Historia de dos tejedores



Las voces no agotan las estrellas del caudal,

ígneo telar parece cuento desbordado,

sueltan globos de promesas, la fiesta los vela.

Las historias pueden creer en la eternidad.


Después de las voces es imposible el silencio.

La noche urde con murmullos de complicidad,

la lengua no se contrajo al olvido a penar

por esa hoguera que en húmeda boca fue urdida.


Que de olvido pronto el juego moldeó el azar.

La noche era presente como un golpe de suerte

por historias que nos habían quitado el sueño,

y un pueblo de libertad y acuarela entramar.


Que la calma de las estrellas nos acercara

el viaje intenso y poético de nuestra lengua,

el tiempo que los viste a nuestros niños de símbolos,

cabría todo sentido en la red entramada.


El telar es un campo y puede nacerle un grito,

el telar dos tejedores tiene: la jornada

esta sombra en nuestra memoria, noble, orquestada;

el telar zurcido de la noche por su grifo.

***



JOSÉ GALARZA PUCHETA


Es Profesor de Lengua y Literatura con 12 años de experiencia en escuelas de nivel secundario y de nivel terciario.

Su escritura aborda muchos tópicos sociales sobre todo haciendo hincapié en la justicia social, el equilibrio y la armonía en las relaciones humanas.

Autor de libros inéditos: Naufragio (1994-2008), Banquete de Sol (2017), Diferencia de cristales (2018), Estallido de rocío (2018), Levanten la voz (poesía infantil, 2019), Botellas en el aire (2019), Entre dientes hay trincheras (2021), Informe de guerra (2021), Fotografías en el cuarto oscuro (2022), Inspiraciones clásicas (2022).


Participa activamente de la Revista Poética Azahar y de grupos de Facebook de divulgación de poesía.

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