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CÉSAR BISSO


Enero


Bajo una llovizna persistente

en las calandrias y alamedas amanece.

Pisan la breve hierba de la muerte

tres poetas.

Uno, sincero y ácido como el vino pagano

bendice a los que luchan, elevados

del torpe mercadeo. Otro, deambula

por entre los deshechos, a la sombra

del árbol sin patria.

Y aun otro, ajeno al furor de eufemismos,

sin temor y sin dudas, va,

sostenido por la belleza.

Tres poetas que, sin prisa,

han cargado sus adargas y llevan lo preciso.


Uribe, Gelman, Pacheco.


Saben, pero no dicen lo que dice la palabra.

No desean más que la gloria del silencio.

***


El viaje


El duende se desliza por las escaleras del morro

bajo el sordo desamparo de la noche.

De pronto encuentra la estación de autobuses

y rodeado de murciélagos aguarda la hora

cuando la lluvia vomita sobre la tierra.

Antes, lo vieron vaciar bolsos malolientes

en busca de un poema extraviado, alguna vez,

entre la ropa pegajosa de los pobres.

Aquí no hay nada -le dicen- sólo dolor disperso

en alcantarillas. ¿Solo dolor? pregunta, moroso de frío.

¿Y cómo regreso a casa? ¿Cuál es la boletería?

El autobús, a punto de partir al país más profundo,

demora la marcha hasta que leven sus pequeños pasos.

Llega a sentarse en la última fila, donde el mar

ya no escucha a las gaviotas

y la tierra se transforma en un cielo azul, inefable.

                                                                                a Ledo Ivo.

***


Cartagena


Desando el último camino del crepúsculo.

Escucho tu voz entre las piedras.

Construye la arquitectura de otro mundo,

tal vez idéntico al que concibe la palabra,

no la existencia del hombre,

en una tumba cavada con puñales de viento.


Oh, Altazor ¿todavía imaginas el mundo

embrujado de poesía y sin poetas?


No te ocultes en la muerte. Levántate.

Desde adentro del olvido mira el mar.

Más allá, tras el alcor infecundo,

Dios hace llover rosas de tu misma sangre.

                                                                    a Vicente Huidobro.

***


El jardinero de Deiá


¿Quién puede ignorar el perfume del romero

que invade los rincones de la casa sin dueño?


Entre retamas y alcachofas

rastrea todavía aquella sombra fronteriza

surgida del abismo de la guerra,

avizorando un pueblo sin conciencia

luego de cruzar el estrépito del norte.


Una voz escabrosa busca la palabra irrevocable.

Alude a esa diosa que trascendió la razón,

el milagro del arte, la vastedad de la fe,

el naufragio de la historia circular.

Y regresó con el héroe, oculto bajo su piel.


El jardín relumbra en la levedad del mito.

El romero purifica la mañana,

la tumba perdida sobre un altar,

la espada que perdura en la piedra,

la orilla rota de un mar que nunca olvida.

                                                                a Robert Graves.

***


Regreso a Batman


He llegado a esta ciudad hundida bajo los soles del desierto.

Perdura vencida de fe, antes que la misma tierra expatriada.

El río es un pequeño cuenco empotrado en la rudeza del valle.

El viento un alarido perenne. La luna fuga, a veces, del espanto.

Aquí espero encontrarte noble poeta, envuelto en tus pasiones,

la barba sedienta de vino amable, la espada oculta en el tiempo.


Has cumplido la promesa de tributar tu rebeldía ante la barbarie.

Nadie es indiferente frente a una guerra sin honor y sin destino.

Batman ya no es tu infancia. Solo, padeces el dolor del poema

que anda entre las piedras, esquiva el cálculo de la metralla,

ofrenda el coraje de los pobres, sepulta el cadáver del hambre.

En cada mañana, cada tarde, cultivas las semillas de otro exilio.


Hombres y mujeres van contigo, al acecho del cielo.

En la insobornable oscuridad tal vez la noche los tiente a mirarse.

Verán la sangre de sus manos sujeta al carro de los indefensos.

Alcanzarán la orilla para ahogarse en el impiadoso espejismo.

Cavarán sus propias tumbas para luego profanarlas de olvido.


Ahora la lluvia habla por ti, la misma lluvia de la infancia

corre hacia los trenes, embriagada del heroísmo de la inocencia.

El niño ha regresado con ella a la ciudad de los fantasmas.

Y tú sigues hasta el fondo del desierto, a domar el dolor de frente.

                                     a Adnan Özer.

***


Árboles del sur


Esa niña no sabe que los relámpagos flotan.

La noche huele a tabaco rancio

y aquellos árboles lloran junto al sonido del viento.


Tampoco repara en un camino entre los rieles

que separan la vida de la muerte.

Ni siquiera en el color de su piel esfumado

en la exuberancia de los cultivos.


La niña extiende sus manos sobre el teclado

y la música vuela. Por encima de la corona de rizos,

del propio asombro, de un dios atormentado,

la música vuela.

Más allá de cadáveres que columpian en la rama

cuando la necedad y el odio se visten de verdugos,

la música vuela.


Ella no puede verlos. Bach ha cerrado sus ojos.

                                                                            a Nina Simone, niña.


CÉSAR BISSO

Nací en Coronda, provincia de Santa Fe, 1952. A los 13 años de edad creo haber iniciado azarosamente la aventura de acercarme a la escritura literaria. Luego provino el reconocimiento de un universo fascinante y la experiencia de la lectura persistente de poesía a través de sus múltiples voces y acepciones. Llevo publicados estos libros de poemas: La agonía del silencio; El límite de los días; El otro río; A pesar de nosotros; Contramuros; Isla adentro; De lluvias y regresos; Las trazas del agua (antología); Permanencia; Coronda (antología); Cabeza de Medusa; Un niño en la orilla; La Jornada; De abajo mira el cielo; Haikus felinos; Andares. Fui invitado a participar en diferentes ediciones de ferias de libros, festivales de poesía y encuentros culturales realizados en el país en diversas ciudades de América Latina y Europa. Algunos de mis textos poéticos han sido incluidos en diversas antologías publicadas en el país y en el extranjero, como así también traducidos a varios idiomas. Obtuve diversas distinciones literarias, entre ellas el Primer premio de poesía José Pedroni, otorgado por la provincia de Santa Fe, y el Segundo premio municipal de la Ciudad de Buenos Aires. Actualmente, colaboro con artículos en las revistas culturales Agulha (Brasil) y Margen Cero (España).

Los poemas elegidos para “Reflejos Literarios” pertenecen al libro Andares, recientemente editado en su segunda versión por Ediciones La yunta. Son vagas celebraciones en referencia a grandes poetas y, el último poema, está dedicado a la cantante Nina Simone y su dramática infancia. Sobre este libro que menciono, el poeta Tony Zalazar dice en su prólogo: “representa la utopía del regreso y del encuentro entre almas de todos los tiempos. Nos ofrece la memoria rebelde e itinerante ante el sedentarismo que con miedos –propagados por los medios- nos petrifica en la barbarie, nos enreda con artificios tecnológicos y nos mantiene automáticos en la comodidad del hogar”. De eso trata, sin duda, el presente que vivimos y padecemos.

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