A Pepo le gustaba el rock, pero lo único que consiguió fue juntar los vasos en un bar rockero. Se metía en el camarín o en el baño antes de que salieran a escena los artistas y los saludaba. Y si eran mujeres las esperaba en el pasillo.
Un día entró al baño cuando estaba Willy Crook orinando, y como estaba puesto y no se podía subir el cierre de la bragueta, se ofreció a ayudarlo. Willy se río y siguió. Total, los Funky Torinos tocaban por él. Él solo tocaba la guitarra o hacía, y ponía la voz. Incluso en algunos pubs le ofrecían poner pistas, pero él no aceptaba. Al salir del baño Pepo le dijo a todos lo mal que lo veía a Willy. Cuando debía callar para cuidarlo.
Lo mismo pasó con María Gabriela Epumer. La esperó en el pasillo y se le acercó y al oído le dijo: “Ahora entiendo por qué Charly García te quiere tanto”. Pepo estaba enamorado y si bien el concierto de María no había sido el mejor, se sentó en primera fila y no juntó un solo vaso. Hasta que lo llamaron sus amigos: el Rey y Jorgito Porcel.
El Rey era vecino de Recoleta e iba siempre al bar. Le decían el Rey porque era el hijo de un embajador y se la pasaba en el sillón del comedor de su casa leyendo textos en francés rodeado de gatos. Jorgito era el hijo varón del capo cómico Jorge Porcel, pero no había corrido la misma suerte y se la pasaba los viernes en el living del bar diciéndole a cuanta persona que lo miraba: “Me extraña araña que
siendo mosca no me reconozcas”. Les invitaba un trago y arrancaba a contar una batería de chistes que muchos funcionaban. Hasta que el encargado de la barra le gritaba fuerte que les pidiera que compraran algo. Y él un poco hacía de relacionista público del bar o celebrity.
Además, el encargado era el ex bajista de Sobrecarga, una banda un poco new romantic que supo ser soporte de The Cure en Ferro y aprovechaba esa fama para contar alguna anécdota que tuvo con Robert Smith en aquel mítico show, la noche en la que el sonido falló. Una lástima.
En el bar todos contaban historias y si veían alguna minita linda la encaraban, pero siempre perdían. Una vez Pepo se animó y se le acercó a Úrsula Vargues cuando tenía tan solo dieciséis años. Él por supuesto era mayor, pero no tanto. Él que se la ganó en cambio fue Charly Alberti, baterista de Soda Stereo, que era más grande y conocido que él, y esa noche la siguió por todos lados.
Pero Pepo en cambio no tenía suerte. Ni con las chicas ni con su padre que lo desterró por no ser tan inteligente como él. El padre era un neurocirujano famoso de familia judía y una vez que se murió la mamá de Pepo no se lo aguantó más.
Le dijo que estudiara una carrera universitaria, pero a Pepo el estudio le costaba y como castigo lo echó de la casa y lo dejó vivir en el consultorio a la noche cuando él no atendía. Así que Pepo se la pasaba durante el día pululando en lo del Rey y en lo de otro amigo, Daniel. Hasta que los padres de Dany murieron y le dejaron a él y a su hermano Alejandro una casa vieja en Recoleta.
Y Alejandro que era vivo para los negocios se puso este bar rockero. Y a su hermano Daniel que no era tan inteligente pero simpático lo puso en la puerta a recibir a la gente. Y al amigo de su hermano Pepo le dio el trabajo de juntar vasos y después lavarlos. Pero le pagaba y lo dejaba vivir en el bar, que abría solo de noche así que podía estar ahí durante el día y a Pepo le cerraba la idea. Además, era una forma de no deberle nada ni cruzarse tanto a su padre.
El que nunca cerró fue el cierre de la bragueta de Willy Crook y salió en todas las fotos para los suplementos de rock, como el Sí de Clarín, con ese problema. Pero bueno. Después tocó María Epumer y todo brilló. Y lo vio a Charly Alberti. Y al final del show aparecieron a buscarla Charly García, Oscar Moro y Miguel Zavaleta. Y Pepo se puso nervioso cuando los vio y a Miguel le dijo: “Hola, Pullover”, en lugar de “Sueter”. Y a Charly lo besó. Y Charly se dejó. Y como pensó que eran amigos,
le pidió entradas para su próximo show en el Gran Rex y Charly le dijo que hablara con su secretaria que venía atrás. Pero atrás no venía ninguna secretaria. Pero entraba Migue. El hijo de Charly y Ana María Yorio. Y se le puso a hablar de unos juegos de Nintendo o de Sega nuevos. Y Pepo ni jota. Así que se aburrió y se fue a pensar que bandas podrían venir el viernes que viene o en lo sucesivo al Living.
Y pensó en Nito Mestre y en Alejandro Lerner. Así que fue hasta la oficina del bar donde estaba Alejandro y le dijo: “El viernes que viene quiero que vengan Nito Mestre y Alejandro Lerner”. “Te parece”, le contestó Alejandro. ¿Y vendrán? Nito vive por Armenia en Palermo viejo. Conozco la casa y me animo a ir a tocarle el timbre. Y mi papá conoce a la mamá de Alejandro, que es psicóloga. No sé si mi
viejo me hará ese favor. Pero supongo que algo de amor por mí le queda. Si no está el “Gordo” Orge que es amigo mío. O los hermanos Satragno, que son hijos de Pinky. Charly Alberti es amigo de ellos y lo tenés parado junto a esa modelito al lado de la barra, que a mí tanto me gusta. Y si no mañana voy al recital de los 5 años de la Rock & Pop y los convenzo a todos que vengan a tocar.
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