…una noche de verano temió a la oscuridad de su cuarto...
desafió el ardiente lomo de una solitaria playa sin más
protección que sus pies desnudos... muchos afirman haberlo
visto llorar sin motivo aparente una tarde de abril... despidió
los restos de un amor traicionado en una calle sin número...
compró, a muy bajo precio, un libro que jamás terminó de
leer... visitó soledades concurridas, pero se retiró antes de
establecer contacto alguno... colocó el libro barato debajo de
un mueble al que se le había roto una pata... vivió siempre en
la misma casa... no conoció el mundo... la música del viento
supo calmar sus desvaríos... permaneció triste muchos años,
incluso melancólico... sus últimas palabras fueron las
primeras...
Los datos arriba consignados corresponden a fragmentos de
una biografía de autor desconocido. La encontré mientras
importunaba cierto volumen olvidado de mi biblioteca. La
ausencia de referente nos inclina a pensar en la falsedad de
estas aseveraciones. En el borde superior de la página una
parte de la hoja había sido arrancada. Quizás la Fortuna
decidió arrebatar a la posteridad el nombre del poeta. O tal
vez una mano tradicionalista se encargó de la desaparición
en nombre de la costumbre o la decencia. Como sea, es al
menos sospechoso creer que alguien que temió la oscuridad
de una noche de verano haya colocado un libro debajo de un
mueble al que se le había roto una pata.