Aún persisten viejas historias que guardan la memoria de un rey codicioso y avaro. Su reinado tuvo marcado por el
despotismo y su ley fue dictada por su afán de riquezas.
Cuenta la leyenda que para incrementar el tesoro real sumió
a su pueblo en la más despreciable existencia. No conforme con ello, ordenó colocar cientos de espejos en la bóveda donde acumulaba el oro. Así, al asomarse y mirar, veía su fortuna multiplicada infinitamente. Pero un día ingresó en la cámara real y vio proyectada su propia imagen en los infinitos reflejos, entre infinitos tesoros. El rey, entristecido, comprendió cuán cruel era su reinado y cuán grande su pobreza.