"LUNA NEGRA QUE TE MUEVES"
No van a lograr que salga la ira, una amiga del pasado.
Pero hace días que el viejo fuego entre el pecho y mi garganta,
no se calma.
Ando de riña en riña, a los picotazos, estampando el hocico del valor contra la cerca.
Duele desde el estómago hasta la última sombra y cavidad que me sostiene.
Existe una sóla cosa en esta penosa vida.
Se la vive como viene. Porque cuando sale el sol, se aprovecha el día para juntar lo derramado.
Nada se ve de noche y a veces cuánto.
Hay que apurarse,
correr
decirlo todo como río respirar cortito
llorar mientras tanto volver a la risa
gárgaras de sal para la herida
cantar villancicos
un himno
mandar stickers para conformar corazones revolver el arroz para el perro
correr el sillón con tu forma,
la gotera que te trae lo que alguna vez hemos tenido, lo que viene ya arrebatado.
Con los ojos de siempre, veloces como el tiempo
en blanco y vacíos,
buscando lo que era nuestro. Bailando
bailando
bailando
***
"LOS SOLOS QUE COMEN EL CIELO"
La noche pasea por los dientes, danza el cuerpo,
deja de ser en su garganta,
van entre las burbujas las palabras que jamás voy a decir.
Riño las horas en un trompo de niño,
en el mareo se engendra otro reloj.
No daré los huesos al ogro nocturno que todo lo invierte y lo convierte.
Vine a desatender el reglamento,
a robar la rosa que se jura, el llanto de los desmerecidos.
Volví para ver.
Todo el cielo está poseído y en la única noche circular la sombra se estrangula.
Oigo en la danza que me moja, el batallón de termitas mis latidos.
Urge el nido,
urge el túnel de la infancia,
duerme a los gritos por
sus colmillos tristes y negros.
Entonces, abre la puerta en su tardanza,
llega tarde como siempre el esplendor.
Pueblo de mi alma.
Será la ciénaga,
la semilla del destierro. Muere la cena, como lo demás muere.
También el nombre y apellido.
Me desean entera, partida, en retazos.
Y otra vez, andarán secos los ojos, rotas las clavículas por el río que levanto.
Pobre pueblo.
Pero por más que desate el nudo desprovisto,
el farol que alumbre la dirección a tu destino,
el sol de más allá,
despertarme quiero y haya música.
Tragar de una vez la hiel que es sólo mía.
Seguir este poema o lo que sea, con palabras de cuerdas y panes.
Dejar el mar, duro y penoso,
bajar velozmente por el caño, que sin duda, dará libertad a la ceguera. Ponerme a limpiar el sol si es preciso,
lustrar la luna que despierta,
verme otra vez bajo su embrujo, bailar loca entre sus muelas.
***
LA TEMIDA
Segundos que se la desea,
la dueña del descanso si pudiera.
Muerte febril de arañas muertas, clamarte en este segundo que me come,
dama fugaz de este deseo irrefrenable.
Necesito defender esta teoría.
Que entienda por fin el dolor que hasta mis dedos, señala un final ineludible.
Muerte de vestido largo como pena, que se entienda necesito,
que a veces sos la madre de mi cuna,
el corazón que ríe por tenerla.
Señora de la marea, ¿Quién entiende?
Morir por un rato,
sin siquiera avisarle ni a la luna,
sorber de tu soplo que da hambre,
secar un poco la sangre que se vierte.
Quién lo sabe de ella, de quien está por todas partes, limpiar el resto en un beso mortal desaforado.
La negra dama seduce el día a día.
Hablar muerta, vivir muerta y estar enamorada.
SILVINA CRESPO
Libros editados: Secuela, Violines y Bestias, Robadas de Shiraz y su último libro Cuentos bajo el brazo. Es ganadora de premios municipales, provinciales y nacionales. En 2018 recibió el Diploma de Honor desde el Senado de la Nación, por su obra poética y otro reconocimiento por su trabajo cultural en la Filial.
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